ostirala

CONSIDERACIONES SOBRE EL PROBLEMA DE LAS NACIONALIDADES (A. Nin)


¡Autodeterminación para los Països Catalans
sometidos por Francia y España!






el problema de las nacionalidades oprimidas no puede ser resuelto más que por la instauración de la dictadura del proletariado

 



Los que so pretexto de defender el internacionalismo combaten los movimientos de emancipación nacional, en realidad hacen el juego de las clases explotadoras de la nación dominante. El revolucionario español que niega el hecho de la nacionalidad catalana y su derecho a disponer de sus destinos, sostiene prácticamente la absorción de las demás nacionalidades por la nación a que él pertenece.
A. Nin

Artxibo trotskista

CONSIDERACIONES SOBRE EL PROBLEMA DE LAS NACIONALIDADES

Andreu Nin en Comunismo

 (órgano teórico de la Oposición Internacional en España)




Escrito: Mayo de 1932.
Primera vez publicado: En Comunismo (Madrid), n.° 12. Mayo 1932, p. 25-28.
Digitalización: Martin Fahlgren, 2011.
Esta edición: Marxists Internet Archive, Diciembre de 2011.




 


L

a nación es un producto directo de la sociedad capitalista. La historia antigua y medieval no ha conocido en realidad la nación, sino únicamente gérmenes de la misma. El fundamento de la nación es el desarrollo del intercambio sobre la base económica del capitalismo. La nación se desarrolla en la medida en que se desarrolla el capitalismo, porque es la forma que corresponde a los intereses de clase de la burguesía. La nación es, pues, un resultante de la aparición y el desarrollo del capitalismo y se caracteriza por la existencia de relaciones económicas determinadas, la comunidad de territorio, idioma y cultura.

Los países que no han entrado en el período del desarrollo capitalista no pueden, en realidad, ser considerados como naciones. La burguesía nacional tiende en todas partes a constituirse en estado. El movimiento de emancipación nacional expresa precisamente esta tendencia.

La formación de los estados ruso y austrohúngaro pr precedió al desarrollo capitalista. La unidad establecida fue una unidad absolutista y despótica. En España. la unidad se produjo en formas parecidas, y por esto Marx, refiriéndose a la misma, ha podido hablar de estados de tipo asiático. La unidad española ha sido una unidad artificiosa y despótica, cimentada en la dominación de los elementos semifeuda1es, los terratenientes y la Iglesia. Esto explica fundamentalmente el hecho de que sean precisamente los elementos más reaccionarios del país los que hayan levantado la cruzada contra las aspiraciones nacionales de Cataluña.

Si España hubiera sido un gran país industrial, sin ningún género de duda el capitalismo habría realizado su unidad y los problemas nacionales no surgirían con la acuidad con que se han producido.

El movimiento surgió en Cataluña, y es allí donde ha adquirido una mayor profundidad, precisamente porque se trata de un país industrial, cuyos intereses eran incompatibles con las reminiscencias del feudalismo español. En este sentido, es movimiento progresivo.

La lucha de las nacionalidades es uno de los aspectos de la revolución democrática, y por lo tanto, está íntimamente ligada con la lucha de clases. En dicho movimiento, como en el democrático en general, la gran burguesía tiende siempre a ceder ante el poder central. La pequeña burguesía, por el contrario, tiende hacia las soluciones radicales. El ejemplo de Cataluña es bastante elocuente para que tengamos que insistir sobre el particular.

El proletariado no puede desentenderse de la cuestión. En todo movimiento de emancipación nacional hay un contenido democrático, y el proletariado ha de sostenerlo incondicionalmente. Enemigo de toda opresión, faltaría al más elemental de los deberes que su misión histórica le impone si no se levantara contra una de las formas más acentuadas de opresión, la nacional. ”El principio de las nacionalidades — dice Lenin — es históricamente inevitable en la sociedad burguesa, y tomando en consideración esta sociedad, el marxismo reconoce plenamente la legitimidad de los movimientos nacionales. Pero para que este reconocimiento no se convierta en una apología del nacionalismo, es preciso que se limite rigurosamente sólo a lo que hay de progresivo en dichos movimientos, a fin de que ese reconocimiento no conduzca al oscurecimiento de la conciencia proletaria por la ideología burguesa.”

Los que so pretexto de defender el internacionalismo combaten los movimientos de emancipación nacional, en realidad hacen el juego de las clases  explotadoras de la nación dominante. El revolucionario español que niega el hecho de la nacionalidad catalana y su derecho a disponer de sus destinos, sostiene prácticamente la absorción de las demás nacionalidades por la nación a que él pertenece. No hay que confundir La Internacional con la Marcha de Cádiz. El hecho de que haya movimientos nacionales reaccionarios no es un motivo para que los comunistas se declaren adversarios de los mismos en general. Esto sería lo mismo como preconizar la superioridad de la forma monárquica sobre la republicana por el hecho de que haya repúblicas más reaccionarias que algunas monarquías.

Antes de la guerra se manifestaban en el movimiento socialista internacional tres tendencias principales con respecto a esta cuestión: la de los oportunistas (los socialistas alemanes y otros), la de la izquierda (Kautsky, os bolcheviques) y la de la extrema izquierda (Rosa Luxemburg, Radek y los socialistas polacos). Los primeros sostenían la necesidad de la tutela de los países avanzados sobre los atrasados. Es, en realidad, el mismo punto de vista que en nuestro país ha sostenido Pestaña con respecto a Marruecos. La extrema izquierda adoptaba una posición internacionalista abstracta, y afirmaba  que el proletariado no tenía por qué interesarse por el problema nacional. La posición de los bolcheviques es la que heredó el Partido Comunista ruso y la Tercera Internacional y que constituyó uno de los factores que más poderosamente contribuyeron a la gloriosa victoria del mes de octubre de 1917. ¿Cuál es en el fondo la posición que el proletariado revolucionario debe adoptar?

Enemigos de toda opresión, los comunistas deben aceptar todo lo que tenga de democrático el movimiento nacional y reconocer incondicionalmente el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. ”Para que las distintas naciones — dice Lenin — puedan vivir juntas pacíficamente o separarse cuando les convenga, constituyendo estados distintos, es preciso un democratismo completo, sostenido por la clase obrera. ¡Ningún privilegio para ninguna nación, ningún privilegio para ninguna lengua! ¡Ninguna opresión, ninguna injusticia hacia la minoría nacional! He aquí el principio de la democracia obrera.”

Desde el punto de vista de la democracia en general, el reconocimiento del derecho a la separación disminuye los peligros de la disgregación del estado. En general, los pueblos no se deciden a la separación más que cuando la opresión nacional hace insoportable la propia existencia y dificulta las relaciones económicas.

El hecho de que el proletariado proclame el derecho de los pueblos a la autodeterminación no significa, ni mucho menos, que se identifique con la burguesía nacional, la cual quiere subordinar los intereses de clase a los nacionales.

Ningún demócrata sincero — y los comunistas son los demócratas más consecuentes — puede pronunciarse contra el derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. Pero esto no significa que se defienda la cosa en sí misma, es decir, que los comunistas, como lo hace, por ejemplo, el Bloque Obrero y Campesino, se declaren separatistas. El antídoto más poderoso contra  la balcanización de España, que sería fatal a los intereses económicos de la península, es precisamente el pleno reconocimiento del derecho a la separación.

La burguesía no puede resolver el problema de las nacionalidades, como no puede dar solución a ninguno de los inherentes a la revolución democrática. Una sociedad basada en la opresión no puede resolver un problema de libertad como es el de las nacionalidades. La postguerra nos ha dado una prueba elocuente de este aserto. Como ha dicho un escritor, antes había en Europa una Austria-Hungría. Ahora hay varias. El problema nacional no ha sido resuelto en ningún país burgués. En Polonia, los polacos, que representan el 52 por 100 de la población, tienen sometidos a los ucranianos, los judíos, los rusos blancos, los alemanes. En el nuevo estado checoslovaco, la nación hegemónica, los checos, que representan el 44 por 100 de la población, tienen sometidos a los alemanes, los eslovacos, los húngaros y los judíos. En Yugoslavia, los servios constituyen el 42 por 100 de la población y las minorías nacionales de los croatas, eslovenos, alemanes y húngaros no gozan de ningún derecho. Y no hablemos ya de los países balcánicos. Estados artificiales, que viven gracias a la caridad de las grandes potencias imperialistas para que formen un cinturón alrededor de la Rusia soviética.

Rusia nos ofrece, en ésta como en otras cuestiones, el ejemplo vivo de la aplicación de la verdadera táctica del marxismo revolucionario. Contrariamente a lo ocurrido en 1905, las naciones oprimidas tomaron una participación muy activa en la revolución de Febrero de 1917, lo cual se explica por la circunstancia de que, gracias al desarrollo del capitalismo en aquellos doce años, el movimiento nacional había tomado un extraordinario impulso. Es evidente que, en un principio, fueron los elementos de la pequeña burguesía los que se pusieron al frente del movimiento quisieron reemplazar la dominación de la burga?: sía rusa por la autóctona. Pero gracias principalmente a la acertada política de los bolcheviques, el movimiento fue evolucionando, y en la Asamblea democrática convocada por Kerenski la mayoría de los representantes de las nacionalidades votaron contra la coalición con la burguesía. El gobierno provisional prometió mucho, pero en la práctica no hizo nada, dejando siempre la cuestión para la Asamblea Constituyente. En realidad no sólo no cumplió sus promesas, sino que realizó una política que fundamentalmente se diferenciaba poco de la del zarismo. Así, por ejemplo, se pronunció contra la decisión de autonomía adoptada por la Rada ucraniana y disolvió con las armas el Seim finlandés. Es verdad que reconoció la independencia de Polonia; pero lo hizo cuando este país estaba ocupado por los alemanes. Fue con motivo de la escandalosa actitud del gobierno provisional con respecto a Finlandia que Lenin formuló con una precisión admirable el punto de vista del marxismo revolucionario. Los demócratas burgueses, coreados por los mencheviques, decían que la cuestión de las relaciones entre el Seim finlandés y Rusia no podía ser resuelta más que mediante el acuerdo entre Finlandia y la Asamblea Constituyente. Lenin combatió enérgicamente este punto de vista, afirmando la libertad de Finlandia de separarse de Rusia. La fórmula del acuerdo, decía, no resuelve nada, porque ¿qué es lo que se hará si el acuerdo no se logra? El acuerdo no es posible más que si se proclama el derecho a la separación. Debe haber igualdad de derechos: Rusia tiene el de no mostrarse de acuerdo, pero, Finlandia también. ¡Qué sorprendente analogía entre el caso de Finlandia en 1917 y el de Cataluña de 1932!

Los bolcheviques, al llegar al poder, pusieron inmediatamente en práctica su programa, proclamando el derecho de los pueblos que formaran antes el imperio a disponer de sus destinos. Hoy la Unión Soviética es una confederación de pueblos libres, en la cual el problema nacional en realidad no existe.

* * *

Resumamos estas consideraciones aplicándolas al caso concreto de España.

La cuestión catalana no es más que un aspecto de la revolución democrática en general. Esta revolución ha sido escamoteada y, como consecuencia, se prepara asimismo el escamoteo de la única solución democrática que se puede dar al problema catalán: el derecho indiscutible de Cataluña a disponer de si misma, incluso a separarse de España si ésta es su voluntad. Las Cortes Constituyentes no resolverán, no puede resolver el problema. La revolución democrática está por hacer. La lucha continuará. El proletariado, en esta lucha, estará con las nacionalidades, con su movimiento de emancipación, que tiene un carácter progresivo, y contra el unitarismo absorbente, que es la reacción, los obreros de fuera de Cataluña acentuarán particularmente el derecho de las nacionalidades a disponer de si mismas; los obreros catalanes combatirán el chovinismo de ”su” burguesía, las tentativas de la misma para fundir la lucha de clases en la lucha nacional y afirmarán la solidaridad de todo el proletariado de la península en la lucha común contra todas las formas de opresión. El desarrollo de esta lucha demostrará que el problema de las nacionalidades oprimidas no puede ser resuelto más que por la instauración de la dictadura del proletariado.

—A. Nin

 

larunbata

Joseba Azkarraga, el alegre represor, es presentado por los abertzales como amigo de... los presos políticos


Azkarraga (Sare)
“Bienvenidas sean todas las detenciones. Me alegra que se produzcan y cuantas más se produzcan mejor”

Joseba Azkarraga (Eusko Alkartasuna, 2008ko iraila)


“El consejero de Justicia del Gobierno Vasco, Joseba Azkarraga (EA), mostró su alegría por las últimas detenciones realizadas en Francia y opinó que «cuantas más se produzcan mejor» porque «está muy bien que se detenga a personas que puedan representar un peligro».”

—El Diario (anti)Vasco (2008-ira-25)

Amnistia!!
 

ostirala

Joseba Azkarraga (Sare) presoen lagun ala txakur errepresorea?



Honela informatzen zuen Oihana LLorente (Sare) Gara-ko kazetariak Joseba Azkarragari buruz (Sare) 2008an?:

Gara: «Un día después de que la Ertzaintza arremetiera contra miles de ciudadanos que pretendían manifestarse en favor de los derechos de los presos, causando heridos, carreras, detenciones e incidentes...»

Zipaioak presoen aldeko manifestazioa erreprimitzen (Donostia, 2008ko iraila)
Azkarragak errepresioa txalotu zuen.
«La oreja se me levantó hasta el cartílago y sangró ‘a jarros’»

«... Para Azkarraga «la imagen de cómo actuar»

EL consejero de Justicia de Lakua, Joseba Azkarraga [hoy en Sare!!!] , no titubeó al valorar ayer que la fotos del domingo en la capital guipuzcoana demuestran que la Ertzaintza «actúa contra el terrorismo cuando debe actuar».

Asimismo, mostró su deseo de que esta actuación policial «pueda servir a los agoreros del PP y del PSOE que ponen en solfa el trabajo de este cuerpo policial». Apuntó que lo que la izquierda abertzale debería denunciar es la «actuación de ETA», y dijo esperar que «esta denominada izquierda abertzale recupere de una vez el mensaje de Anoeta que trasladó Arnaldo Otegi y haga política». GARA»
Joseba Azkarraga (Sare)


Oihana LLorente (Sare) atzo Gara-ko albiste hori idatzi zuen,
gaur Joseba Azkarraga errepresorearekin Donostian egoteko ez du arazorik
 

Trotskistak euskaldunen eta katalanen independentzia-eskubidea defendatzen


—“Bundeswehr raus aus dem Balkan, Afghanistan und Nahost! Spartakist”
—“Klassenkampf  gegen den kapitalistischen SPD/PDS- senat! Spartakist”


Upholding the sanctity of borders in Europe is, of course, the line of the West European ruling classes, which oppose the exercise of self-determination by oppressed nationalities at home, such as the Basques and Catalans.
In opposition to such chauvinism, we call for the right of independence for the Basques on both sides of the French and Spanish border as well as for the Catalans, whose scheduled referendum on self-determination later this year has been declared illegal by the Castilian-chauvinist government based in Madrid. We stand for the right of Catalonia and other nations not only to “unilaterally” hold a vote on independence but to act on a vote in favor of secession.
Workers Vanguard, 1048. zenbakia: “Reformist Left: Shills for U.S./EU Imperialists Over Ukraine”(2014-6-13)

igandea

Monarkiaren aurka



Marat

Askatasuna indarkeriaren bitartez ezarri behar da, eta une batez askatasunaren despotismoa antolatzeko mementua heldu da erregeen despotismoa suntsitzeko”

Marat, 1793ko apirilaren 6a: Le Moniteur, XVI, 76. or. ; OP, IX,  6041. or.

larunbata

Euskal Herriko arazo nazionala trotskisten ikuspegitik


La debilidad de la burguesía vasca y su mansedumbre se evidenciaban ante el crecimiento pujante del proletariado, que aparecía como una fuerza nueva, como una formidable potencia organizada que causaba pavor, cuyas luchas hacían retroceder a los capitalistas vascos hasta el extremo de tener que recurrir para su defensa al aparato represivo de la nación opresora.


El capitalismo vasco no pudo integrar a la clase obrera en su movimiento. Sin aparato político desde donde dirigir la represión contra las fuerzas sociales que amenazaban su fortaleza económica, perdió su voluntad de lucha y cedió ante los opresores. Colocado en la disyuntiva de aliarse con las castas dominantes o ceder una parte de sus privilegios ante la fuerza arrolladora del proletariado, la burguesía vasca prefirió renunciar a una parte de sus derechos políticos con tal de salvaguardar sus intereses económicos. Se cobijó bajo el amparo de la monarquía borbónica.


Donostia
EL PROBLEMA DE LAS NACIONALIDADES EN EUZKADI

Jose Luis Arenillas Oxinaga*
Artículo publicado en la revista trotskista “Comunismo, nº 38, septiembre de 1934.

E

spaña conserva, incluso en el seno de las ciudades industriales, vestigios del servilismo secular, propios de la época del feudalismo. Su economía presenta lineamientos que por su incoherencia daban un carácter particular a las últimas décadas del régimen monárquico. Aun cuando el capitalismo acapara ciertos sectores importantes de la vida «nacional», se muestra insignificante con relación a la agricultura. Algunos islotes industriales aparecen en el océano peninsular, donde pulula una población rural movida por el instinto de la propiedad privada, al lado de la masa amorfa de los trabajadores industriales, inconscientes en su mayoría y carentes de un sentido político de clase.

La economía española se caracteriza porque las mercancías producidas con métodos de producción anticuados se encuentran sometidas a condiciones de cambio de un máximo desenvolvimiento. Desde que España entró en contacto con el mercado mundial, su balance comercial ha sido desfavorable. Nunca ha podido exportar lo suficiente para cubrir sus necesidades. Teniendo que importar por necesidad artículos maquinofacturados, ha de pagar por ellos un dinero obtenido de la exportación de sus mercancías, que, dada la técnica retrasada de su producción, encierran un número de horas de trabajo muy superior al que encierran los productos importados. Mientras que en las regiones agrarias, en las que predomina el sistema de producción precapitalista -Andalucía, ambas Castillas, Galicia, Navarra, Extremadura-, se necesitan muchas jornadas de trabajo para producir una fanega de trigo, en los Estados Unidos no pasa de una o dos jornadas. Así resulta que el capitalismo extranjero que exporta a España sus productos se apropia gratuitamente unas cuantas horas de trabajo vendiendo en el mercado español a un precio inferior al costo de la producción indígena. El consumidor español paga por los artículos importados, obtenidos a bajo precio, con métodos de producción modernos, un dinero que cobra por mercancías obtenidas a precios elevadísimos, con métodos arcaicos de producción. De donde resulta siempre déficit en el balance comercial español que alcanza actualmente una cifra considerable.

   La incongruencia entre la agricultura y la industria imprime su sello a la situación especial que atraviesa la sociedad española durante todo este periodo. La tierra imponía su voluntad en todo momento, Y la industria caminaba siempre a su retaguardia, arrastrando una vida lánguida en comparación con la industria europea. La elevación de las tarifas aduaneras; las medidas de prohibición; las primas; el proteccionismo indirecto, 
Karl Marx
administrativo; la inspección de las operaciones de cambio; las subvenciones, etc., ha sido moneda corriente en todos los gobiernos españoles con el fin de atender a la debilidad de su economía. Y es que el Estado monárquico adolecía «no sólo de los vicios que lleva consigo el desarrollo del capitalismo, sino también de las taras que supone su falta de desarrollo. Junto a las miserias modernas, le agobian una serie de miserias heredadas, fruto de las supervivencias de regímenes de producción antiquísimos y ya caducos, con todo su séquito de condiciones políticas y sociales anacrónicas. No sólo le atormentan los vivos, le atormentan también los muertos» (Marx).
Los acontecimientos de estos últimos años han sido engendrados por el antagonismo económico entre la industria y la agricultura, cuya síntesis se hubiera logrado destruyendo las relaciones feudales de propiedad en el campo y adaptando la economía agrícola al sistema de producción capitalista. Así se explica que los grandes terratenientes, con el apoyo consecuente de los usureros, de los comerciantes, de la Iglesia y el clero, de los señoritos y de las castas militares, fueran durante tan largo período los dueños del Estado y tuvieran bajo su férula a las clases progresivas del país y a los pueblos industriales.

La posibilidad de saquear y oprimir a otros pueblos ha sido la causa del estancamiento económico de España. Las formidables riquezas coloniales que España poseía dificultaron su desarrollo capitalista, pues no hicieron sino consolidar el régimen feudal, alimentando las necesidades de la monarquía y de la Iglesia, a las castas militares y a toda la burocracia feudal del Estado que mantenía contacto con las colonias. En lugar de sacar sus ingresos del desarrollo de las fuerzas productivas del país, las castas dominantes españolas dieron preferencia a la explotación semifeudal de sus colonias, y, perdidas éstas, a la explotación de las nacionalidades oprimidas, encerrándose en un círculo vicioso en que fueron cayendo poco a poco todos los gobernantes españoles, quienes, apretando las cadenas que sujetaban a los pueblos económicamente más adelantados, crearon una unidad nacional ficticia, arbitraria y despótica, mantenida a través de una desigualdad, caracterizada por una opresión nacional enmascarada de un cierto autonomismo.

Para enjugar el déficit crónico de su Hacienda; para sostener la hipertrofia burocrática y las castas parasitarias, el Estado español ha tenido que extraer una parte de su deuda, primero de las colonias y después de los pueblos oprimidos, habiéndolo conseguido mediante impuestos en Cataluña (ella sola pagaba un 30 por 100 de los impuestos que cobraba el Estado unitario español), y en Euzkadi, por medio de los conciertos económicos, régimen de tributación que supone para los contribuyentes vascos un tercio más de lo que pagan los contribuyentes españoles, siendo la aportación fiscal de cada uno de sus habitantes de 61 pesetas, mientras que los españoles pagan solamente 44 pesetas. Estas inyecciones económicas permitieron reforzar el aparato político, burocrático y militar de la monarquía absoluta, en detrimento de la evolución económica y política de los pueblos más adelantados, que se sienten humillados en su personalidad y quieren rescatar su libertad de movimientos. Lo que caracteriza en la época moderna a la opresión de un pueblo por otro es la subordinación del desarrollo económico de este pueblo a los intereses políticos y económicos del otro país. El predominio de las cifras de exportación de los productos agrícolas españoles determina un aumento en la importación de productos maquinofacturados, con evidente perjuicio de la industria peninsular y, muy en particular, de la industria de Cataluña y Euskadi, que hubieran podido desenvolverse mejor de no estar sometidas a las disposiciones del gobierno central, que imponen el consumo de materias rimas «nacionales», cuyo coste de producción es elevadísimo. El nacionalismo representa la lucha de los pueblos económicamente más adelantados contra el centralismo absorbente y castrador de la España semifeudal. La lucha por la creación de una economía nacional independiente remite necesariamente el aspecto de una lucha por la independencia nacional. Bajo este aspecto, el nacionalismo vasco y catalán presenta un carácter progresivo.

En el año 1824 el feudalismo español capitulaba ante una fuerza nueva que por no haber podido desarrollarse en España hubo de emigrar a tierras desconocidas. Los países sudamericanos y centroamericanos conquistaban sus libertades políticas, sacudiéndose revolucionariamente las cadenas que les sujetaban al yugo del imperialismo español. Únicamente las Antillas y Filipinas permanecieron sometidas al despotismo asiático de los Borbones, constituyendo el último reducto colonial de la monarquía absoluta. A partir de esta fecha, la opresión política se polarizó intensamente hacia los pueblos peninsulares, donde se daban las mejores condiciones para la penetración y el desarrollo del capitalismo. Esta opresión cristalizó en Euzkadi en la ley del 25 de octubre de 1839; se consagró por el real decreto del 29 de octubre de 1841 y culminó en la ley del 21 de julio de 1876.


La entrada en vigor de estas leyes implicaba el encadenamiento de una economía que entrañaba un espléndido porvenir. Sus resultados prácticos fueron el establecimiento de comisiones económicas encargadas de la recaudación, distribución e inversión de los fondos públicos en tanto no se nombraran las diputaciones provinciales; la pérdida de la libertad comercial, puesto que las aduanas eran llevadas a las costas y el Bidasoa, y, finalmente, la violación de la exención de tributos. Los habitantes del país vasco quedaron obligados a pagar contribuciones, rentas e impuestos ordinarios y extraordinarios en la proporción que les correspondía con destino a los gastos públicos del Estado unitario español y, además, se les impuso el tributo de sangre. Las iniciativas y los intereses económicos de Euskadi eran supeditados a los intereses económicos y políticos de las castas dominantes de la nación opresora. Euzkadi perdía sus fueros y la posibilidad de formar un Estado propio e independiente.

Con la promulgación y el acatamiento de las mencionadas leyes se le arrebataba a Euzkadi su personalidad nacional. La supresión de las libertades tradicionales en el país vasco; el desplazamiento de su lengua, usos y costumbres; el quebrantamiento de su cultura y la anulación del derecho a elegir sus representantes en las juntas generales y particulares y en las diputaciones generales, fueron el corolario obligado a la destrucción sistemática del esqueleto económico que les servía de sostén. Las leyes forales fueron desapareciendo a medida que la opresión se ejercitaba con más saña y encono, sin que por parte de Euzkadi se opusiera el dique que cerrara el paso a la avalancha del feudalismo castellano que amenazaba con asfixiarle económica y políticamente. La conciencia nacional estaba aletargada. Las fuerzas sociales capaces de ofrecer resistencia emigraban a América, donde se daban mejores condiciones para el desarrollo de sus actividades. La conciencia de clase de la burguesía vasca no podía revelarse en tanto no hubiera una base material que les ligara al país y entre sí mismos. En el ínterin, los elementos más vitales estaban desperdigados, sin posible cohesión ni organización alguna.

La acumulación originaria se verificó en el país vasco gracias al comercio que se hacía con algunos puertos españoles y europeos; pero especialmente merced al comercio que se hacía con las colonias que España poseía en América, comercio este último que adoptó, como en todas partes, la forma de un verdadero despojo. Los habitantes de las colonias nunca recibían valores iguales a cambio de lo que se les arrebataba. Todo dependía de la correlación de fuerzas, y como la superioridad estaba de parte del capital mercantil, la línea divisoria entre el comercio y el despojo era imperceptible. Las riquezas arrebatadas a las colonias eran remitidas a la metrópoli, en donde se forjaban las condiciones necesarias para el desarrollo del capital industrial.

Mientras que el incremento del capital comercial se traducía en España por el fortalecimiento del feudalismo agonizante, el capital comercial vasco -espoleado por la afluencia de nuevos capitales, muchos de ellos procedentes de los vascos que emigraron a América, por el constante acicate de la concurrencia extranjera, la apertura de nuevos mercados, el descubrimiento de nuevos yacimientos de mineral de hierro y las condiciones propias de su litoral- surgía como una fuerza perfectamente articulada con su base de producción, dando lugar a nuevas relaciones sociales que permitían la creación de un nuevo régimen. El estrecho contacto establecido entre la producción interior y el comercio exterior le valió a Euzkadi su potente predominio en la península y determinó la rápida transfusión del capital comercial a la industria.

El desarrollo alcanzado por la industria siderúrgica y por los medios de comunicación y transporte en Inglaterra a lo largo del siglo XIX motivaron una demanda cada día mayor de mineral de hierro, para atender a la cual hubo de intensificarse su explotación en el país vasco. Este hecho no hubiera sido posible sin la existencia de capitales suficientemente dotados, así como de obreros libres de toda dependencia personal, en posesión de la facultad de vender su fuerza de trabajo, y que, al mismo tiempo, tuvieran necesidad de recurrir a ello para subsistir. Los campesinos castellanos, andaluces y extremeños, despojados de sus tierras por los latifundistas y los usureros, y más adelante los artesanos, los obreros de manufacturas y los aldeanos vascos proletarizados, desempeñaron este papel, haciendo acto de presencia cuando concurrieron las circunstancias favorables al desarrollo del capitalismo en Euzkadi.

El desarrollo de la conciencia de clase de la burguesía vasca siguió una dirección paralela al desarrollo del capitalismo en Euzkadi. La sustitución de la producción artesana y de la manufacturera por la gran industria impulsó extraordinariamente el desenvolvimiento de la burguesía vasca. Bajo el imperio de la libertad capitalista, «donde los miembros de la sociedad son iguales en la medida que lo sean sus capitales, y hace de este capital la potencia decisiva» (Engels), la burguesía vasca se situó en primer plano de la sociedad por su potencialidad económica, postergando y destruyendo la importancia social de los restos feudales que quedaban.

El deseo de independencia de los vascos frente a los poderes centrales no se había manifestado todavía en el terreno político, sino solamente en el económico. En el pueblo vasco predominaba el fuerismo como teoría política, que defendía la exención de tributos y de quintas, a la vez que mendigaba de los españoles respeto y cariño hacia los vascos y sus venerandas instituciones. Los defensores de los fueros protestaban contra la ley del 76, que se refería al servicio militar, promulgada por Cánovas del Castillo con el fin de robustecer la unidad nacional. En cambio,hacían caso omiso de la del 39, única que destruyó la libertad de Euskadi al anular, entre otras, la libertad comercial; Las revueltas que hubieron de reprimir los agentes del rey en el país vasco fueron siempre motivadas por reivindicaciones en materia de impuestos o de levas de soldados. Hasta que Arana Goiri, carlista en su juventud, no declaró que «Euskadi es la patria de los vascos» (1882-1892), el nacionalismo vasco no entra en una nueva fase. Desde esta fecha, el capitalismo industrial concentra sus energías en la conquista del aparato político para ponerlo al servicio del desarrollo industrial y mercantil del país vasco, encontrando a su paso, como un obstáculo serio, el régimen político semifeudal que imperaba en España.

En la última década del siglo pasado, la burguesía vasca, ligada por sus intereses materiales, fue acuciada por la necesidad de organizarse. Su conciencia nacional despertaba pujante como resultado reflejo de la pugna sostenida entre el desarrollo de las fuerzas productivas y el régimen político centralizador, que dificultaba su pleno desenvolvimiento. Una parte de ella, la burguesía comercial, desplazada de su hegemonía por la preponderancia que iba adquiriendo el capital industrial y el capital financiero, se destacó como un sector de clase sujeto al régimen feudal y a la monarquía absoluta. En cambio, la otra fracción, la burguesía industrial, se organizaba como fuerza social independiente, a fin de derribar al régimen feudal que le agobiaba e instaurar sobre sus ruinas el nuevo Estado vasco. El capital comercial, caminando del brazo de los terratenientes, se aliaba a los latifundistas y a la incipiente y cobarde burguesía española, perfilándose con carácter monárquico y tradicionalista (carlista) y, naturalmente, hostil a todas las reivindicaciones de índole nacionalista. Por el contrario, el capital industrial no se contentó con el papel de comparsa que se le asignaba. Arrastrando a la pequeña burguesía democrática, y más tarde a la clase obrera vasca, abrazó cada vez con más ímpetu la lucha por el poder político, con objeto de crear un nuevo régimen, un nuevo poder, sobre el cual se levantarían las construcciones jurídicas, económicas y políticas del Estado vasco. Así surgió el partido de la burguesía industrial, consciente de sus intereses históricos, llamado primeramente Comunión Nacionalista y, posteriormente, Partido Nacionalista Vasco. Su fundador fue Sabino de Arana Goiri, criatura de los jesuitas (en quienes primero se reflejó la realidad exterior del país vasco), que se propuso lograr la unión de todos los compatriotas ligados por los intereses materiales bajo el lema «Jaungoikoa eta Lagi-Zarra» (Dios y leyes antiguas), con el fin de conquistar la independencia de Euskadi.

Bilbo, 1906. Meatzarien barrikada.
A partir de 1878, fecha en que se pactó el primer concierto económico, el pueblo vasco era sometido a los designios de una internacional que representaban en el dominio de las ideas a una categoría histórica que tuvo su máxima expresión en la Edad Media y que, por consiguiente, era el elemento de enlace entre el régimen que pugnaba por salir a la superficie y redimirse del sojuzgamiento del poder público semifeudal, y el estado de cosas viejo que era una rémora, un peso muerto que detenía al capitalismo en su desarrollo. En este sentido, el catolicismo de que se investía la burguesía vasca ha constituido el mayor obstáculo para lograr su autodeterminación como categoría histórica moderna. Si se hubiera desprendido con el carlismo de su corteza religiosa, la burguesía vasca hubiera triunfado ampliamente del régimen feudal. En nombre de la razón, de la igualdad de los hombres ante la ley, de la libertad de conciencia, etc., la burguesía se levantó en todos los países, arrastrando consigo a las capas medias y populares, igualmente sometidas a los restos feudales, contra el absolutismo y las monarquías, con el fin de instaurar sobre sus ruinas un régimen de derecho y conquistar la soberanía del Estado.

El carácter religioso del movimiento nacionalista ha restado poder al pueblo vasco en su lucha por la autodeterminación. Al grado de evolución de sus fuerzas productivas correspondía el liberalismo en el dominio filosófico y político, ideología que es un reflejo en la conciencia de la libertad comercial, que es la libertad del capital.

El desigual desenvolvimiento industrial de las diversas regiones peninsulares motivaba la división política del Estado unitario español. Para que cristalizara esta desigualdad en su proceso natural era preciso que una solidaridad de intereses materiales hiciera presión sobre los restos feudales. Esta presión sólo podía partir de las regiones económicamente más adelantadas, donde merced a la influencia de la Revolución Francesa y al grado alcanzado por sus medios productivos, eran mejor comprendidas las necesidades políticas de la época del capitalismo. Euskadi y su burguesía debieran de haber sido el ejemplo de la burguesía peninsular en su lucha contra los restos feudales y la monarquía absoluta, en virtud de la concentración de sus fuerzas económicas. Pero el nacionalismo vasco no podía rescatar la soberanía de Euzkadi, porque no se adaptaba su contenido ideológico a las relaciones sociales, porque no correspondía la superestructura a la estructura, porque toda idea que no ha sido dictada por la realidad de las cosas no puede prosperar. El catolicismo ha perjudicado enormemente al movimiento nacionalista hasta el extremo de impedir que éste diera sus frutos naturales.

La expresión política de la sociedad basada en las clases es el Estado. Lo que tenía que aniquilar: el capitalismo vasco en su culminación era el Estado feudal, o sea el Instrumento de las castas dominantes, que estorbaban su pleno desenvolvimiento. Las fuerzas sociales del país vasco interesadas en el movimiento nacionalista teman que arrojar a una clase del dominio del Estado para colocar a otra. En una palabra: tenían que apoderarse de lo que había de ser el instrumento de dominación de la clase capitalista y crear sus propias instituciones, a fin de prolongar su existencia y asegurar el funcionamiento de su administración, de su ejército, de su policía, de su parlamento, etc., etc. Pero antes de instaurar el Estado burgués era preciso derrocar al otro y no conformarse con el mantenimiento del aparato semifeudal ni transigir con sus instituciones, ligando su suerte a los restos feudales que le oprimían. La burguesía vasca y sus seguidores equivocados han incurrido en una grave responsabilidad histórica por su mansedumbre ante los poderes públicos españoles.

Por estas causas, el capitalismo vasco no pudo integrar a la clase obrera en su movimiento. Sin aparato político desde donde dirigir la represión contra las fuerzas sociales que amenazaban su fortaleza económica, perdió su voluntad de lucha y cedió ante los opresores. Colocado en la disyuntiva de aliarse con las castas dominantes o ceder una parte de sus privilegios ante la fuerza arrolladora del proletariado, la burguesía vasca prefirió renunciar a una parte de sus derechos políticos con tal de salvaguardar sus intereses económicos. Se cobijó bajo el amparo de la monarquía borbónica, traicionando sus fines y vendiendo el porvenir del pueblo vasco por un plato de lentejas.

Aun cuando el triunfo de la clase burguesa estaba maduro por la evolución alcanzada por las fuerzas productivas del país vasco, el capitalismo renunció a su acción, ya que el deseo de la victoria faltaba, porque la burguesía seguía enriqueciéndose a pesar de todo. «La burguesía engendra al proletariado en la medida en que desarrolla su industria, su comercio y sus medios de comunicación. Al apercibirse que su compañero de ruta le sobrepasa a marchas forzadas, pierde la facultad de mantener exclusivamente su dominación política y busca aliados con los cuales compartir el poder o a los cuales se lo cede completamente, según las circunstancias» (Engels). Cuando los progresos del capitalismo vasco iban forjando la necesidad de crear un Estado propio, la burguesía vasca, preocupada en resistir al proletariado y en dominar sus rebeliones, incrementó el poder de las autoridades centrales con el propósito de abatir el poder creciente de la clase obrera. El proletariado suponía una amenaza a su seguridad social y era un atentado a la tranquilidad necesaria para desenvolverse libremente, y la burguesía vasca consentía en mermar su potencialidad política con tal de conservar su predominio económico.

Boltxebikeak, nazio zapalduen askatzaileak
Antes de consumarse la evolución económica de Euskadi, la burguesía vasca pactaba compromisos con los restos feudales, porque estaba apadrinada por una organización de tipo feudal (los jesuitas) que se adueñó de todas las fuentes de producción del país vasco y que, en algunos momentos, daba participación en sus negocios a los representantes de las castas dominantes. Efectivamente, la monarquía garantizaba al capitalismo vasco su propiedad aunque resultara mermada su libertad. La debilidad de la burguesía vasca y su mansedumbre se evidenciaban ante el crecimiento pujante del proletariado, que aparecía como una fuerza nueva, como una formidable potencia organizada que causaba pavor, cuyas luchas hacían retroceder a los capitalistas vascos hasta el extremo de tener que recurrir para su defensa al aparato represivo de la nación opresora.

El concierto económico, cuya renovación era cada vez más onerosa para los contribuyentes vascos, obedecía a una concesión mutua que se hacían las dos fuerzas sociales en presencia. El temor que infundía el pueblo vasco a los gobiernos centrales les obligó a reconocer el derecho que asistía a la burguesía vasca (que representaba los intereses del pueblo vasco en aquella época) en su lucha por conseguir la soberanía de su país. La autonomía administrativa era una concesión hecha por los restos feudales a costa de una porción de sus privilegios de casta, al mismo tiempo que la burguesía vasca claudicaba políticamente ante ellos, con el propósito de servirse de la monarquía como de un instrumento para sus fines, cargando el peso de su cobardía sobre los hombros de las masas trabajadoras y traicionando los intereses de la pequeña burguesía de la ciudad y del campo.

Dialécticamente considerado, el concierto económico representa el reconocimiento de las aspiraciones de Euzkadi a su soberanía, y, a la vez, es la primera traición del nacionalismo clásico a los intereses históricos del país vasco como particularidad nacional. Al pactar este compromiso, la burguesía vasca cavaba su propia fosa. El nacionalismo burgués, producto del cálculo, dejaba de existir como fuerza social capaz de lograr la liberación de Euskadi, y sólo esperaba la presencia de las fuerzas que habían de darle tierra para edificar sobre sus restos mortales el nuevo movimiento emancipador, la vía por la cual se llega a la liberación de los pueblos oprimidos y a la emancipación del trabajo y de los trabajadores.

Bilbao, septiembre de 1934
 

Notas

(1) El autor utiliza indistintamente Euzkadi y Euskadi en el artículo.
Edición digital de la Fundación Andreu Nin, septiembre 2002

* ARENILLAS, JOSE LUIS (1904 -1938).— Médico de una cofradía de pescadores de Bilbao. Miembro de la Izquierda Comunista desde 1932. Colaboró, además de en “Comunismo”, en “La Batalla”, y escribió varios trabajos sobre la cuestión nacional vasca. Organizó la primera columna de milicianos de Bilbao al estallar la guerra civil. Jefe de sanidad del ejército de Euskadi, luego del ejército del Norte. Encabeza la última resistencia armada en Santander. Cae prisionero en agosto de 1937, en Santoña, y es ejecutado a garrote en Bilbao en marzo de 1938. [Según Ed. Fontamara, 1978]. J.L. Arenillas abandonó el trotskismo para ingresar en el centrista POUM. Su hermano fue asesinado por elementos de la burocracia staliniana.