Tesis sobre la cuestión nacional


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TESIS SOBRE
LA CUESTIÓN NACIONAL
(1942)
Marcel Hic
militante de la 4.ª Internacional

 

1.-

 La nación es el marco territorial en el cual el capitalismo se desarrolla. La realización de la unidad nacional es uno de los objetivos esenciales de la revolución burguesa, título indisolublemente ligado a las reivindicaciones agrarias y democráticas. A través de la unidad nacional, la revolución burguesa busca la creación de un mercado único liberado de los particularismos feudales, trampolín hacia un mercado mundial y dominio reservado al capitalismo nacional (proteccionismo). Competidores de las necesidades fundamentales del desarrollo de la sociedad burguesa, los intelectuales pequeñoburgueses tienen forjado todo un edificio ideológico que se caracteriza por el reencuentro de posiciones enfrentadas: por un lado la tendencia del capitalismo a dominar el mercado mundial, cosmopolita, de constitución de una civilización mundial; y por otra parte, un sentimiento nacional, el despertar de culturas nacionales que responden al carácter nacional del ámbito de la producción. Estas dos tendencias, totalmente conciliables mientras los nuevos mercados se abren al capitalismo, se oponen violentamente cuando el capitalismo se apodera de la totalidad del mercado mundial.

 

2.-

 En la época del capitalismo liberal, la circulación de riqueza posee ya un carácter internacional, pero el proceso de la producción se desenvuelve sobre todo en el ámbito nacional. En la época del imperialismo, por el contrario, el capitalismo destruye paso a paso todos los ámbitos de la producción nacional. El mantenimiento y crecimiento del lucro capitalista no puede ser conseguido más que por la conquista de nuevos mercados. La época del imperialismo es aquella de la exportación de capitales y la importación de dividendos; la exportación de capital no significa otra cosa más que la exportación de industrias y bancos.

Así se elaboran las nuevas relaciones internacionales. La nueva organización económico-política del mundo encuentra su expresión condensada en la noción de Commonwealth o de espacio vital: zona preferencial de exportación de capitales protegidos por una serie de barreras económicas y políticas, al interior de aquellos estados que continúan subsistiendo. La independencia política de estos se encuentra disminuida, porque se encuentran cada vez más reducidos a una situación de avasallamiento económico que hace cada vez más ilusoria su independencia política.

 

3.-

 En el mercado mundial dividido, con sus posibilidades de absorción por regímenes capitalistas debilitados, el mundo dividido en zonas reservadas de exportación de capital, la superproducción relativa y las crisis devienen el modo de existencia más constante de capitalismo, cada imperialismo no tiene otra posibilidad que recurrir a imponer por la fuerza una nueva repartición de zonas de influencia y mercados, a acaparar, a expensas de los capitalismos rivales, los países subordinados económicamente.

 

De esta manera, la época del imperialismo se caracteriza por la permanencia de guerras brutales, criminales, tanto locales como mundiales, todas teniendo por objetivo una nueva repartición del mundo, la entrada de países que alguna vez fueron independientes a la esfera de las potencias imperialistas. De esta manera, el imperialismo, hace todo para destruir el ámbito de la producción nacional, multiplicando la opresión nacional.

 

El imperialismo ha hecho quebrar los ámbitos nacionales de la producción: este ha sido un proceso internacional desde su misma esencia. De la misma manera que expropia a miles de capitalistas y concentra la riqueza económica, prepara el paso de la economía a manos del proletariado, al afirmar las bases de una organización internacional de la producción, mediante la cual la supresión de la ganancia capitalista permitirá la supresión de la explotación del hombre por el hombre.

 

Porque es la encarnación exacerbada de la sed de ganancia capitalista, el imperialismo sirve a la concentración industrial, la economía dirigida y la organización internacional de la producción bajo meros fines reaccionarios. Sólo la revolución proletaria puede destruir el ciclo infernal de crisis y guerras; sólo el socialismo, la organización a escala nacional de la producción, eliminando la riqueza y su circulación, puede suprimir la causa de la guerra; sólo la revolución mundial, contra el yugo imperialista, puede terminar la opresión nacional, por medio de los estados socialistas del mundo. Es por ello que los revolucionarios, levantando las justas reivindicaciones nacionales de los pueblos oprimidos, no olvidan ni por un solo segundo que no hay solución a la cuestión nacional más que la revolución proletaria internacional.

 

4. -

Por lo tanto, las reivindicaciones nacionales adquieren en la época del imperialismo una nueva significación.

 

De una parte, en los países rezagados (colonias, semi-colonias), las reivindicaciones anticapitalistas y antiimperialistas se unen a las reivindicaciones agrarias, democráticas y nacionales, con las tareas de la revolución proletaria. Comenzada bajo la dirección de la burguesía, con objetivos nacionales y democráticos, la lucha revolucionaria en los países coloniales no puede tomarse más que a partir de la conclusión lógica que sólo bajo la conducción del partido revolucionario del proletariado, por la democracia soviética, se convierte en un eslabón en la cadena de la revolución proletaria mundial: social e históricamente, la lucha revolucionaria toma un carácter permanente, que liga indisolublemente toda lucha revolucionaria a la lucha revolucionaria por el poder del proletariado de los grandes países capitalistas. Por otra parte, las relaciones particulares de subordinación se crearon a lo largo de los últimos veinte años entre los países exportadores de capital y los países importadores de capital. De un lado, las naciones de Europa central y de América Latina han visto su economía dominada por los grandes trusts internacionales, su pequeña y mediana burguesía empobrecida por los beneficios del capital financiero extranjero, con la ayuda activa e interesada de los bancos de la gran burguesía nacional, como así su vida política reducida a la lucha entre tal o cual imperialismo. Del otro lado, para facilitar su dominación, para entregar las migas a las burguesías coloniales, las grandes potencias, a través de los reordenamientos de fronteras, de los recortes absurdos de los mapas de los continentes, han puesto en manos de impotentes burguesías erigidas en naciones, el cuidado de dominar y oprimir a las naciones más débiles y atrasadas económicamente; incluso, la cárcel de los pueblos fue dividida en una serie de calabozos estrechos y oscuros dónde los checos han intimidado a los eslovacos, los polacos, los ucranianos, los serbios, los croatas.

 

La revolución que aporta a este punto un nuevo orden hitleriano, es la elevación de Alemania al rol de rueda de auxilio de los países económicamente más atrasados de Europa, Croacia, Eslovaquia, Hungría, Finlandia, Bulgaria. Pero la promoción de estos países agrarios al rango de potencias, disimula mal la absoluta dominación de los trusts y bancos alemanes, de la misma manera que la retórica sobre la solidaridad interamericana no puede eliminar la explotación que realiza el capitalismo norteamericano, habiendo eliminado uno a uno a sus rivales, sometiendo la mano de obra y las riquezas latinoamericanas.

 

En fin, a través de las guerras, estas naciones, que fueron potencias imperialistas, se encuentran a su tiempo sometidas a las grandes potencias mundiales. Luego de la guerra mundial de 1914-1918, las grandes potencias mundiales se esforzaron a reducir a un grado de sujeción política y económica a la antigua Austria-Hungría segmentada, Alemania e Italia, por medio de un juego complejo de anexiones, de tratados y deudas de guerra y de grandes empréstitos internacionales. Francia misma, desde una posición de privilegio entre los aliados, se encuentra cada vez más retrasada al rango de potencia secundaria. La nueva guerra imperialista ha acelerado este proceso: ha reducido a Italia al rango de vasallo, ha puesto fin al rol de Francia como potencia de primer plano, eliminado definitivamente a Inglaterra de la dominación del mercado mundial. Y no solamente el proletariado y el pequeño campesinado se encuentran sometidos a la dominación de un pequeño número de monopolios internacionales, también la mediana y pequeña burguesía se encuentran arruinadas debido al lucro del gran capital extranjero.

 

 

5.-

El imperialismo, para destruir la producción nacional en vistas de un camino a una organización internacional de los intercambios y el consumo, multiplica prodigiosamente la opresión nacional. Un número enorme de pequeñas naciones, como también grandes países coloniales, son sometidos a una vasallaje más o menos abierto. Los países que conservan la independencia nacional son sometidos a una dictadura económica despiadada; su agricultura, su industria, su comercio, sus finanzas públicas y privadas, quedan sujetas al control implacable de los bancos y trusts americanos, japoneses o alemanes. Lejos de lanzar una comunidad internacional de los pueblos, el imperialismo exaspera los odios nacionales y el chovinismo, enfrenta a los campesinos con los habitantes de la ciudad, hace brotar a la superficie los prejuicios más monstruosos, los sentimientos más abyectos, enfrenta unos contra otros a los pueblos igualmente oprimidos que esperan encontrar una salida a su propia esclavitud a través de un sometimiento a una fuerza todavía más salvaje.

 

La pequeña burguesía de las ciudades y del campo y, con ella, la mediana burguesía arruinada y espoliada por los grandes monopolios internacionales, vedada de las carreras liberales y administrativas por el ascenso de demagogos y aventureros listos a venderse al mejor postor, se elevan para pedir por el retorno de su antiguo esplendor, la liquidación de los monopolios, el mantenimiento de sus privilegios, la lucha contra el capital financiero internacional por la defensa de la nación. Así el renacimiento del nacionalismo está esencialmente ligado al profundo movimiento social que le habla a la pequeña burguesía contra el orden capitalista, en nombre del capitalismo. Revolucionario, en tanto que apunta al cambio del orden existente, es reaccionario por los objetivos utópicos que se fija. Incapaz socialmente de promover una solución a la crisis capitalista, la pequeña burguesía debe, o bien ponerse del lado del gran capital contra el proletariado, constituyendo la tropa de choque de la contrarrevolución, o se pone al lado del proletariado en la lucha de los obreros y campesinos por el poder y el socialismo. En sí, el movimiento nacional no es ni progresivo ni reaccionario: devendrá uno u otro en función de la clase social a la que la pequeña burguesía se alíe; reaccionaria si, al costado del gran capital, se convierte, contra el proletariado, en un instrumento de la conquista y la defensa del imperialismo; progresiva, si ella lucha al lado del proletariado, por la supresión de la explotación capitalista y por el socialismo.

 

6.-

El imperialismo permite cada vez menos, disimular esta dominación bajo el velo del liberalismo; la fuerza de las armas aparecen cada vez más abiertamente como el instrumento de regularización de las relaciones económicas. En los países imperialistas avasallados, el capital financiero no puede sostener más la lucha para recuperar su lugar en el mercado mundial. Se suscita en las masas un movimiento chovinista exacerbado. Es a la pequeña burguesía a la que se apela, prometiéndole los despojos del festín imperialista, si acepta gracias a sus sacrificios, restaurar en los campos de batalla la grandeza perdida. Por lo tanto, el fascismo no es solamente una acción preventiva contra el desarrollo del movimiento revolucionario que provoca necesariamente el tutelaje del imperialismo vencedor; debe inscribir en su programa el reagrupamiento bajo la bandera de un imperialismo desencadenado (la gran Alemania, la gran Italia, la más grande Francia) a las clases medias arruinadas y espoliadas por la dominación de los grandes monopolios internacionales, para defender los monopolios nacionales amenazados de ser absorbidos.

 

Una de las tareas fundamentales del movimiento revolucionario de cara a la reacción autoritaria es el de romper el bloque entre la pequeña burguesía y la gran burguesía imperialista de su propio país, imponiendo reivindicaciones revolucionarias que enfrenten a la vez al capital financiero extranjero y al gran capital nacional (nacionalización de las industrias claves y los bancos); en los países atrasados, debe ligar a sus reivindicaciones aquellas de la revolución agraria con el fin de romper el bloque entre la pequeñaburguesía de la ciudad y el campo con los grandes terratenientes.

 

7.-

 La exacerbación del sentimiento nacional tiene consecuencias extremadamente diversas en el terreno ideológico. Ellas oscilan entre una reacción naturalmente sana contra la supresión de la vida política, contra la mercantilización de la cultura, y un mesianismo racista, destinado a justificar mediante una pseudo-filosofía la dominación de aquellas potencias elegidas.

 

Solo el socialismo, avanzando sobre las bases de un nuevo progreso material, podrá preparar un nuevo crecimiento intelectual de la humanidad; solo él asegurará la libre administración de los pueblos en función de sus tradiciones lingüísticas y étnicas, en el marco de una organización general del mundo que no admita ni opresores ni oprimidos; solo esto permitirá el libre desarrollo de las culturas y de las tradiciones populares en el cuadro de un nuevo progreso intelectual de la humanidad y solicitará de cada pueblo su aporte original al desarrollo de una civilización humana de carácter universal.

 

8.-

 El derecho de los pueblos a la autodeterminación descansa en la fórmula bolchevique sobre la cuestión nacional. Ante el imperialismo alemán y la destrucción de Europa por parte del hitlerismo y del plan Churchillo-Gaullista de dejarle vía libre, los revolucionarios oponemos la fórmula de autodeterminación de los pueblos.

 

Pero esta fórmula descansa en una banalidad total si su contenido no se precisa de la manera más clara posible. Por eso, no se debe perder de vista las siguientes precisiones:

 

a) Ninguna libertad puede ser fundada sobre la opresión: un pueblo que oprime al otro no será jamás libre. Esto significa, en Hungría, en Bulgaria, el apoyo total a las minorías oprimidas. Esto significa que en Serbia, en los rangos de los Chetniks, los revolucionarios inscriben en su bandera, no la lucha por una Gran Yugoslavia, sino la lucha por una Federación Balcánica. Esto significa que en Francia, Bélgica y Holanda, las luchas por las reivindicaciones nacionales no pueden estar separadas de un apoyo integral a la lucha de los pueblos coloniales contra el imperialismo;

 

b) La independencia política de los pueblos es una mentira si no descansa sobre la independencia económica; la autodeterminación de los pueblos implica necesariamente la nacionalización de la banca y de los trusts, el monopolio del comercio exterior. Estas medidas implican que el poder real es arrancado a los agentes de los trusts. Implica, entonces, la liquidación total del sistema de explotación capitalista, más allá de la raza o nacionalidad de los explotadores. La independencia política de los pueblos no puede ser asegurada más que por la revolución socialista y la toma del poder por parte del proletariado;

 

c) La lucha por la independencia económica no significará la lucha por un imposible aislamiento político. El desarrollo de las fuerzas productivas ha hecho de la producción y el intercambio de riquezas, un proceso internacional. La experiencia de los últimos años demuestra fehacientemente que la autarquía es un fenómeno de regresión económica. Mientras más esté un país aislado geográficamente (Austria) menos se desarrolla (países balcánicos), más perderá sentido un nacionalismo económico. Es por ello que la autodeterminación de los pueblos sería un sinsentido si no se lucha por la expropiación internacional de los capitalistas, por la lucha por la revolución proletaria mundial.

 

9.-

 Los revolucionarios marxistas no se olvidan, entonces, de las justificadas reivindicaciones nacionales de las masas, como tampoco estas son opuestas a un programa internacionalista de  revolución proletaria. La IV. Internacional inscribe en su bandera las siguientes demandas:

 

a) Estados Unidos Socialistas del Mundo, organización internacional de la economía liberada del lastre del capitalismo;

 

b) Federaciones Regionales (Federación balcánica, danubiana, ibérica, india, etc.), creación de grandes unidades políticas y administrativas, uniendo a pueblos diferentes en una comunidad geográfica;

c) Repúblicas y comunidades nacionales, organismos administrativos, reunidos en federaciones por la administración de los bienes materiales.

 

10.-

 El partido revolucionario levanta todas las reivindicaciones nacionales de las masas. Hace suyas todas las demandas que apuntan a traducir concretamente la fórmula de autodeterminación de los pueblos. Derechos al pueblo checo, polaco, holandés, belga, serbio, de organizarse en un estado plenamente independiente y soberano, pero también derecho al pueblo de Alsacia-Lorena, del pueblo luxemburgués, croata, ucranio, transilvano, de elegir, por un plebiscito libremente organizado, el Estado al que quieren pertenecer y autodeterminar su grado de autonomía.

 

Derecho a todas las comunidades lingüísticas (bretones, vascos, flamencos o wallones, ucranianos o albanos), a administrarse, a hacer justicia, a recibir enseñanza, incluso enseñanza superior, en su propia lengua.

 

Inmediatamente: la evacuación de todos los territorios ocupados por el ejército italiano, alemán, húngaro y por la Gestapo.

Supresión de la indemnización que pagan los países ocupados, las requisas de productos industriales y de mano de obra.

 

Derecho de todos los países de Europa a disponer de sus recursos económicos en función de las necesidades de paz del continente.

 

 Liberación inmediata de todos los prisioneros de guerra y de todos los deportados políticos.

 

Supresión de todas las medidas raciales o antisemitas.

 

A partir del conjunto de estas reivindicaciones, cada pueblo de Europa las opone contra su propia burguesía como contra el imperialismo anglo-americano, tanto así como contra el imperialismo alemán.

 

Los revolucionarios saben que estas demandas no son en sí ni progresistas, ni reaccionarias. Son reivindicaciones formales que reciben su contenido de la clase social que las emplea. Importa entonces, ligar indisolublemente estas reivindicaciones a las reivindicaciones del proletariado y a la perspectiva de la revolución socialista. Se debe, en lo inmediato, ligar las reivindicaciones democráticas de los obreros, los campesinos y la pequeña burguesía (lucha por el pan, los salarios, el poder de compra, víveres). Hay que mostrar que solo la lucha de clase del proletariado, la acción de masas disciplinadas, coronadas por la huelga, puede golpear eficazmente la maquinaria de guerra imperialista. Hay que organizar las masas pequeñoburguesas en torno al proletariado (redes de simpatizantes sobre la base del trabajo, de los pueblos, de los cuarteles; embriones de los comités de masas).

 

11.-

La lucha por un Estado Nacional independiente y por un gobierno nacional no tiene sentido si no se precisa el contenido de clase del Estado y las bases sociales de ese gobierno. Aquel que es promovido por Radio Londres y por la [burocratizada] Internacional Comunista, no tiene otro propósito que hacer retornar a su lugar de origen a los políticos y generales ubicados en Londres.

 

Es como el retorno a Polonia de los generales antisemitas y antiucranianos. Es el retorno a Checoslovaquia de Benes, gendarme impotente de Europa central, a Bélgica del general Spaak, a Holanda de la reina Guillermina y de la Royal Deutsch, a Noruega del rey Haakon y de los armadores, a Yugoslavia del rey Pierre y de la minas de Bor, a Grecia del rey Jorge y de la banca Hambre. Es el retorno a la Francia de Herriot, de Paul Reynaud y de los generales monárquicos.

 

Bajo su forma stalinista, esta consigna no significa otra cosa que el Frente Popular agrandado hacia derecha, un gobierno donde los dirigente obreros participan por la defensa de los intereses del gran capital y de los grandes monopolios internacionales contra la clase obrera y las clases medias.

 

Poner por delante las consignas de independencia, sin explicar su contenido social, es perder de vista que la paz imperialista podrá ser restaurada, tal vez, por la independencia formal de la mayor parte de los países de Europa, pero que estos serán golpeados por la peor de las explotaciones económicas. La consigna de un gobierno de la burguesía nacional no puede finalizar más que con poner en el poder a una banda al servicio del imperialismo vencedor.

 

No puede haber un gobierno nacional independiente más que un gobierno de los comités obreros y campesinos en el marco de los Estados Unidos Socialistas de Europa. Si el partido del proletariado defiende hoy el derecho de los pueblos, sabe que, de 1789 a 1918, todos los países europeos han conquistado su revolución nacional; entonces, la tarea no es forjar la nación, sino la de reservar los derechos de la nación en el marco de la organización internacional del mundo. Esta tarea no es otra que la de la revolución proletaria; es por ello que solamente ella puede darle a cada país un gobierno verdaderamente nacional.

 

12.-

Estas consideraciones no pueden agotar los problemas nacionales de la Europa actual. Ellas no tienen, por el contrario, más valor que definir una perspectiva lejana que escapa totalmente al interés de las masas.

 

En lo inmediato, son las necesidades de la guerra las que deciden la actitud del imperialismo alemán: es en función de los sacrificios que la guerra implica para las masas que aquellas se ponen en pie a primera vista contra la opresión hitleriana.

 

Las necesidades de la guerra no han permitido una integración progresiva del aparato económico alemán de los países ocupados con la estructura económica del imperialismo alemán. Ellas han impuesto el pillaje puro y simple, la destrucción de la industria y la agricultura. Las consecuencias son, de una parte, la escasez generalizada, y de otra parte, una desorganización del aparato productivo que entraña la desocupación, el alza de los precios, y de manera general, una disminución de las condiciones de vida de las masas urbanas de la clase obrera y de la pequeña burguesía.

 

Al mismo tiempo, las necesidades económicas imponen un control absoluto de la vida política de los países ocupados. Una represión implacable deviene la única forma de gobierno posible de cara a una población que encuentra muy difícil satisfacer sus necesidades materiales diarias.

 

Bien que esta opresión se destina a tomar las formas más directas en el caso de una victoria hitleriana, no por ello es un fenómeno menos real. Esto es sentido por las masas que ven un anticipo de los que será la Europa hitleriana.

 

Delante del ascenso del descontento de las masas, el aparato de Estado de los diferentes países de Europa, profundamente disminuido por las derrotas militares, no puede más que sentir impotencia; en definitiva es a las bayonetas alemanas que las diferentes burguesías europeas fueron a demandar protección contra la revolución. El aparato de represión hitleriano deviene así la pieza maestra del orden burgués de Europa. Mismo que aquel de los capitalistas que, en virtud de sus intereses económicos precisos, aspiran a la victoria anglosaxona, comprenden que este no podrá intervenir sin un periodo de caos que permitirá la irrupción de las masas en la escena política, por lo que deberán orientarse hacia Hitler en el caso de una tal eventualidad.

 

Inversamente, los diferentes aparatos del Estado burgués de Europa central aparecen como los garantes de la continuidad de la explotación capitalista, como los sustentadores del orden imperialista, listos a entregar el poder a alguna de las grandes potencias y jugando el rol de gendarme, también hace mucho que la decisión militar no hará más que designar al patrón al que se debe devolver el derecho de explotar a su pueblo.

 

También, la tarea de los revolucionarios en Europa es la de ligar indisolublemente, en cada país, la lucha por la reversión del aparato de Estado burgués nacional y la expropiación de la propia burguesía y por la reversión del aparato de represión hitleriano, siendo la llave de la bóveda de la opresión imperialista en Europa.

 

13.-

 En toda Europa, se asiste a una ofensiva económica del capital financiero alemán (importación de capital, fusión de empresas, primas de participación, etc.). Este avasallamiento económico no significa en ningún caso la expropiación del capital nacional, la destrucción del sistema capitalista y de los imperialismos secundarios. El imperialismo alemán intenta fundir a las empresas de los diferentes países en beneficio de las empresas alemanas, a ahogar las participaciones locales con respecto a las alemanas, a absorber financieramente a los trusts, los carteles y los bancos nacionales. Apuntan a destruir la hegemonía de los distintos capitalismos en su propio sector, pero sin prestar atención a los derechos del capital. Todos los países de Europa tienen una dependencia cada vez más importante con el capital financiero internacional y la preocupación de mantener y aumentar las inversiones coloniales (Transahariano, Níger por Francia, la Compañía del Este por parte de Holanda).

 

En Francia, a pesar de toda la demagogia en donde se ubican hoy los partidos burgueses, la dependencia del capital financiero internacional resulta incontestable: Beaudoin, Pucheut o Gribat, hombres que representan los grandes intereses económicos, se suceden en el poder. El banco Worms, después de echar, el 13 de diciembre, a Laval del poder, se apresura a preparar un sucesor. De la confesión del mariscal Pétain, surge que son los trusts quienes dominan los comités de organización industriales y que componen instrumentos de lucha contra los pequeños y medianos patrones. Son aquellos los que controlan el aparato de abastecimiento que sirve como una cobertura para la organización del mercado clandestino.

 

En el mismo tiempo, el capital anglosaxón procede a las inversiones en todas las empresas (Siria, Africa, por parte de Francia) que están más cercanas, recomprando las acciones, y demostrando la misma avidez por la explotación de los árabes y los negros, que la que muestran los alemanes en la explotación de Europa. Y, a pesar de la lucha que se libra entre las diferentes fracciones de la burguesía, es unánime en todos la voluntad de preservar y de restaurar en su esplendor pasado la explotación de las masas europeas y africanas.

 

14.-

 Preocupadas sobre todo por su suerte inmediata, las masas apenas se ligan al contenido imperialista fundamental del programa de los diferentes clanes burgueses. Ellas tendrán incluso que hacer propias las preocupaciones imperialistas en la medida que la importación de productos básicos coloniales les parece susceptible de aportar una solución al problema del abastecimiento. Pero, los hechos de cada día demuestran que el problema de las relaciones económicas con Africa y Asia es, sobre todo, un problema político y que no existe otra solución que el establecimiento, entre Europa y los otros continentes, de relaciones fundadas sobre la igualdad económica.

 

Africa y Asia no pueden verdaderamente aportar una contribución al abastecimiento de Europa si no son liberados de la opresión imperialista y reciban un aporte desinteresado por parte de los países económicamente más avanzados, pudiendo poner sus riquezas naturales y territorios al servicio del desarrollo de la humanidad entera, y no al servicio de los barones de la banca. Es por ello que la independencia de los países coloniales y el apoyo de su lucha contra el imperialismo son necesidades absolutas para el proletariado francés, belga, holandés, y de toda Europa.

 

De una manera general, la tarea de los revolucionarios es mostrar que la opresión nacional no es un hecho de la brutalidad racial o  una perversión doctrinaria sino que es la esencia misma del capitalismo en su fase imperialista. Hay que poner en paralelo la opresión hitleriana en Europa y la opresión colonialista en las colonias francesas, belgas, holandesas, inglesas, americanas. Hay que recordar cómo la burguesía polaca, checa, serbia, ha destruido y explotado a los campesinos ucranianos, eslovacos, croatas. Hay que mostrar asimismo como los capitalistas de diferentes países, proclamando sus sentimientos nacionales, se benefician de las migajas que deja el imperialismo alemán, y viven y subsisten política y económicamente gracias a la guerra imperialista.

 

15.-

 En los diferentes países ocupados, la burguesía busca sobre todo los caminos que le permitan mantener y aumentar su parte de las ganancias y restaurar la grandeza imperialista en toda su gloria pasada. Todas las corrientes y todas las fracciones buscan el mismo objetivo por medios diferentes. En cada país, las diferentes fracciones de la burguesía nacional cubren pudorosamente su política bajo el velo del interés nacional: en realidad, ellas no buscan más que asegurar la parte más grande posible del plusvalor producido por su proletariado. Solo, por lo tanto, la fracción de la burguesía reunida en torno al gobierno fantasma de Londres, que parece mantener una lucha muy vigorosa contra el imperialismo alemán, por medio de la lucha militar, consigue un eco entre las masas pequeñoburguesas y obreras. El contenido real del gobierno de Londres es exprimir por lazos profundos que unen un gran número de empresas belgas, francesas, polacas, noruegas y los trusts y bancos británicos. Hay que denunciar de manera implacable el contenido real del nacionalismo de Radio-Londres; hay que utilizar cada hecho preciso, cada declaración, para dar una polémica implacable contra los agentes del capitalismo británico. Las masas no se forman, a decir verdad, ninguna ilusión sobre lo que representa el nacionalismo de Radio Londres. En realidad, en ausencia de partidos proletarios que tomen en cada país la voluntad de desarrollar la lucha en el sentido de la lucha de clases independiente, ellas tienden a ver en las democracias un instrumento de su liberación: se inclinan, por eso mismo, a cerrar sus ojos sobre el carácter imperialista de guerra de Londres y de Washington. Por eso mismo hay que denunciar incansablemente el carácter real de la guerra llevada adelante por los anglosaxones.

 

Hay que denunciar las expectativas sobre una posible expansián inglesa a expensas de los países aliados neutrales. Hay que recordar la carrera sangrante de opresión inglesa en Africa e India. Hay que darle, en nuestra propaganda, un lugar muy importante a la lucha del pueblo hindú por su liberación. Así también recordar los métodos de corrupción y de chantaje por los cuales el imperialismo inglés se esfuerza en mantener la opresión sobre los pueblos de Europa, enfrentando unos contra otros.

 

De la misma manera hay que acumular hechos para demostrar cómo la gran democracia norteamericana procede a la invasión financiera de Sudamérica y del imperio británico. Hay que demostrar cómo, en América Latina, esta penetración se acompaña de una liquidación progresiva de las instituciones democráticas.

 

Hay que explicar incansablemente que los aliados verdaderos de los pueblos de Europa, son los huelguistas ingleses y americanos, también los pueblos de India y China, luchando por su libertad, son todos aquellos que dirigen en el mundo la lucha de clases para revertir el imperialismo inglés y norteamericano; como son también los obreros y los campesinos de la URSS que combaten por la defensa del primer estado obrero.
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