larunbata

Donatismo, arrianismo, monofisismo, nestorianismo


SECTAS y HEREJÍAS:

DONATISMO, ARRIANISMO y MONOFISISMO

Autor: Sergei A. Tokarev, etnógrafo.

Obra: Historia de las religiones

Título original traducido del ruso: La religión en la historia de los pueblos del mundo

 

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onde son más nítidas las raíces clasistas es en la herejía de los donatistas (por el nombre del obispo Donato), que se difundió principalmente en África del Norte en el siglo IV. Los donatistas se oponían a todo compromiso con el poder estatal, no reconocían a los obispos ni a los sacerdotes que se hubieran manchado de alguna forma, aunque fuera en su vida personal. A medida que se agudizaba la crisis del imperio romano esclavista, el movimiento de  los donatistas, a finales del siglo IV (cuando ya la iglesia cristiana dominaba en el imperio), tomó la forma de una sublevación abierta de los pobres contra los ricos: es el conocido movimiento de los agonistas (combatientes de Cristo), o los circunceliones, que saqueaban armados las propiedades de los ricos. Al gobierno le resultó difícil aplastar el movimiento; en algunas regiones de África del Norte se conservaron comunidades donatistas hasta la conquista musulmana (siglo VII).

Pero si los donatistas-agonistas casi no divergían en cuestiones dogmáticas con la creencia dominante, y su movimiento no causó un cisma profundo en la iglesia, muy distinto fue lo ocurrido con Arrio, el más importante de los movimientos de oposición de la iglesia del siglo IV, que después que ésta había sido convertida en estatal. El centro principal del arrianismo fue Egipto, especialmente Alejandría, donde estaban muy arraigadas las tradiciones helénicas. Arrio ejercía el sacerdocio en esta última ciudad. Trataba de suavizar el absurdo dogma de la doctrina eclesiástica acerca del dios-hombre; de hacerlo más aceptable para las personas acostumbradas a razonar. Afirmaba que Jesús no nació dios sino que fue creado por éste; por consiguiente, que no está “consustanciado” con el dios-padre, sino que es “semejante” a él. En idioma griego, la diferencia entre estas dos palabras se expresaba solamente con la letra “-”, “---” y “---”(1), pero esa diferencia parecía entonces sumamente importante, pues se hablaba de la naturaleza de Jesucristo, el salvador, base fundamental de la doctrina cristiana. La prédica del sacerdote despertó vehementes disputas. Arrio era apoyado por las amplias masas de la población de Egipto, sobre todo en Alejandría; llegaron a producirse choques callejeros. Detrás de ello, como es natural, se ocultaban razones políticas: la resistencia de los habitantes de Egipto a soportar la política centralizadora del imperio. Para el emperador lo más importante entonces era conservar la unidad del estado. El emperador Constantino, aunque en aquel tiempo todavía no era cristiano, adoptó enérgicas mediadas para terminar con el cisma. Convoco con ese motivo un concilio ecuménico del clero (primer concilio ecuménico del año 325, en Nicea). La herejía fue condenada, y Arrio es desde esa época, para la iglesia ortodoxa, el heresiarca y pecador más horrendo.

Sin embargo, el arrianismo subsistió largo tiempo. Se difundió también más allá de las fronteras del imperio, lo adoptaron los godos, los vándalos y longobardos, los que, si bien es verdad, más tarde abrazaron el catolicismo.

El arrianismo fue aplastado, pero poco tiempo después apareció una doctrina muy similar, la de Nestorio, obispo de Constantinopla. Nestorio enseñaba que Jesucristo había sido un hombre, y que sólo exteriormente se había unido con la segunda persona de la Trinidad: el dios-hijo, y que por eso la visgen María no debe ser llamada madre de dios sino la del hombre o la de Cristo.

La herejía de Nestorio fue juzgada en el tercer concilio ecuménico de Éfeso (año 431). El nestorianismo fue condenado. No obstante, tuvo una influencia muy fuerte en Oriente, donde hacía mucho tiempo dominaban religiones dualistas. Allí se conservó largo tiempo como religión independiente; desempeñó un papel importante en el Asia central de la Edad Media, y se conserva hasta nuestros días en distintos pueblos poco numerosos ( los aisores, los maronitas del Líbano, los “cristianos sirios” en la India del sur).

En la lucha contra el arrianismo y el nestorianismo, en los siglos IV y V apareció una corriente contraria respecto del mismo problema de la naturaleza de Jesucristo. Sus representantes veían en Jesucristo, no a un hombre; señalaban que su naturaleza divina había sobrepasado en tal grado a la humana que Jesucristo era dios en el sentido más completo. No había en él dos naturalezas sino una: la divina. Esta doctrina sobre la “naturaleza única” de Jesucristo dio principio a la secta monofisista (del griego μόνος; uno; φύσις: naturaleza), fundada por el obiso Eutiques. Adquirió amplia influencia en el imperio romano de Oriente en el siglo V. A pesar de haber sido condenada por el concilio ecuménico de Calcedonia (año 451), se consolidó en una serie de países. Ello fue una manifestación de la lucha que sostuvieron esos países por sus independencia eclesiástica y política de Bizancio. La iglesia armenia, como también los coptos y los abisinios (etíopes), son hoy todavía monofisistas.

—Sergei Aleksandrovitx Tokarev (Historia de las religiones, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana)

Notas:

(1) Texto en griego, ver libro original.