Manifestazio bat Donostian, 1930eko hamarkadan. "Bizi bedi Internazional Komunista", eta bertze aldarrikapen batzuk. |
Esteban Bilbao
uno de los fundadores del Partido
Comunista en Euskal Herria
LA
UNIFICACIÓN COMUNISTA
( CARTA A UN CAMARADA )
Ediciones Comunismo
Madrid
Opúsculo de 16 páginas, sin fecha,
firmado por el autor en marzo de 1932
Blog honen ardura
da esaldiak kolore gorriz nabarmentzea.
Secundando las instrucciones dadas al partido español
por la Internacional Comunista en su «carta abierta», se ha comenzado con gran
intensidad, es decir, ferocidad, la
campaña contra todos los «trotskistas». Se ponen a contribución todos los
medios que el apoyo exterior puede facilitar. No se repara en procedimientos;
incluso se recurre a las injurias más ofensivas contra los oposicionistas,
acusándoles de delatores y agentes de policía. Toda la Prensa, los discursos y
los folletos que se anuncian están inspirados en este odio salvaje a los
principios que defiende la Oposición Comunista de Izquierda Internacional y su
Sección española.
No disponemos ni de la fuerza numérica ni
de los medios materiales de que dispone el Partido. Sin embargo, tenemos la
firme convicción de defender los ideales del proletariado revolucionario, y ni
la violencia periodística y verbal ni la violencia física pueden hacernos cesar
en nuestra acción. Estamos dispuestos a defender hasta sus últimas
consecuencias nuestros principios y puntos de vista. Frente a las infamias que
en torno nuestro difunden los elementos oficiales, aportaremos nuestros puntos
de vista, que a la luz de la experiencia nacional e internacional se han
acreditado como justos.
En este folleto nuestro camarada Esteban
Bilbao expone, en forma de carta, a un camarada, los problemas en relación con
la unificación comunista, y explica y desarrolla los orígenes y principios de
la Oposición Comunista. Muy en breve publicaremos otro trabajo del camarada
Fersen, bajo el título de «El trotskismo y el partido oficial». A éste seguirán
otros, en los cuales, y de forma popular, iremos exponiendo el fundamento de
las críticas comunistas que se califican con el nombre de trotskistas.
Cada vez nuestras publicaciones alcanzan
una mayor [4] difusión en toda España y en
la mayoría de las Repúblicas americanas. Es preciso que el núcleo de camaradas
que con máximo interés siguen desde hace tiempo nuestra actividad, y que ha
progresado extraordinariamente en los últimos, nos ayude resueltamente a llevar
a cabo las tareas que nos hemos impuesto. Pedimos a todos nuestros amigos que
nos ayuden principalmente a divulgar las publicaciones de la Oposición
Comunista. Tenemos la seguridad de que muchos trabajadores comunistas no
aceptan todavía nuestros puntos de vista porque no los conocen suficientemente.
E. C.
PALABRAS PRELIMINARES
Camarada: Comprendo perfectamente tu indignación y tu sorpresa ante lo que
tú consideras «torpeza y ceguedad del Partido». Esas aparatosas y «hábiles»
invitaciones a la «unificación comunista» y a la «constitución de un frente
revolucionario», que has leído en Mundo Obrero, La Palabra y
demás prensa comunista, y en las cuales no se menciona para nada a la Oposición
Comunista de Izquierda, han soliviantado tu candor de militante comunista de
buena fe.
Para ti la Oposición Comunista de Izquierda, «a pesar de todo», es, sin
ningún género de duda, infinitamente superior al llamado Bloque Obrero y
Campesino y a la Oposición de dicho Bloque (?), tanto por la calidad de sus
hombres como por el valor revolucionario de sus concepciones, como por la
justeza y previsión de sus puntos de vista. Y no te explicas cómo «el Partido»,
«en sus primeros pasos para lograr la unificación», ha podido «olvidar o
desdeñar» una fracción de tanta importancia como la Oposición de Izquierda.
Seguramente entre los militantes oficiales del Partido son muchos los que
participan de tus mismas preocupaciones. Y hasta es muy posible que algunos,
cándidamente, lleguen a llamar la atención del Comité Ejecutivo, haciéndole ver
el «olvido». Pero no hay tal olvido, camarada. [5] Ni olvido ni desdén, créeme.
La tolerancia de la Oposición Comunista de Izquierda dentro de las filas
oficiales del Partido está más allá de las pobres posibilidades de la dirección
nacional. Precisamente la dirección nacional es un simple mandado que no tiene
otra misión que impedir por todos los medios que la Oposición hable a los
militantes del Partido.
Es indudable que el Partido, el verdadero Partido, los militantes de base
que no tienen ciertos intereses particulares, que no están sujetos a ciertos
compromisos, desean fervorosamente la unificación comunista. La unificación
comunista es la primera garantía del triunfo del proletariado, en efecto. Pero
una cosa es la unificación comunista y otra cosa es la sumisión de todos los
comunistas al interés de un puñadito de funcionarios con el desacreditado
cuento de «la línea política», «la disciplina», &c., &c. Si solamente
se tratara de aceptar la imposición de una de las fracciones no existiría
problema de unificación, sino una simple cuestión de adhesión. Para ese viaje
no se necesitan alforjas, ni tendría sentido la diversidad de tendencias en el
campo del comunismo. Precisamente lo que está en tela de juicio y necesita una
profunda revisión es lo que la fracción oficial quiere dejar a salvo. Todo ese
zurdo tinglado «técnico» que se quiere hacer pasar por estrategia y táctica
revolucionarias, esa jerigonza o caló staliniano –social-fascismo,
anarco-fascismo, politización, fascización, dictadura democrática, partidos
obreros y campesinos bipartitos, bloque de las cuatro clases, integración del kulak
en el socialismo, socialismo a paso de tortuga, kulak, ¡enriquécete!,
socialismo en un solo país– que se ha puesto en circulación con el pabellón del
leninismo; toda esa basura seudorrevolucionaria bajo la cual ha quedado
enterrado el marxismo y la dialéctica revolucionaria; toda esa sarta de torpes
consignas, combinaciones y maniobras burocráticas, que han acarreado a la
revolución desastres en serie y han llevado los partidos a la más completa
desmoralización e impotencia y al proletariado a un callejón sin salida, es lo
que los funcionarios que constituyen la fracción oficial quieren que se acate
sin discusión, como condición previa a la unificación. Para ello acuden [6] al
fetiche de la «línea política de la Internacional». Por lo visto, una
determinada política se acredita no por sus aciertos, sino por llevar el
marchamo oficial. Ocurre con la línea política de la burocracia lo que con la
«autoridad»: es un principio absoluto. Y se justifica no por esto o por lo
otro, sino, per se, porque sí.
LA «LÍNEA POLÍTICA»
Esta concepción supersticiosa y fetichista de la «línea política» es
perfectamente extraña al marxismo. El marxismo es un método científico,
revolucionario, incompatible con todo fantasmón o palabra tabú. El
marxismo no se casa con nadie ni se presta a alcahueterías. Para el
marxismo, una «cosa» se justifica históricamente por su eficacia en el
desarrollo de las contradicciones sociales, en sentido del triunfo de las
fuerzas progresivas, y no por razones de orgullo, de amor propio o de
conservación de prestigios. La crítica es el elemento constante del marxismo. Y
la crítica marxista no se detiene ante ninguna clase de «prestigios», máxime si
los tales prestigios obstaculizan la ruta del triunfo del proletariado.
Tapar las faltas, evitar la crítica, acumular error tras error y defender a
porrazos lo que ha sido mal hecho, con ese procedimiento de la «santidad de la
cosa juzgada» –juzgada ante un corro de servidores de manga ancha–, tal ha sido
la política «marxista» que trata de ampararse con el timito de la «línea
política de la Internacional». Se ignora o se finge
ignorar que una dirección «revolucionaria» con el estómago repleto de pecados y
de crímenes de lesa revolución no va a ninguna parte si previamente no vomita
la podredumbre que lleva en el buche. Los instrumentos de la revolución se
afinan y se perfeccionan en la experiencia, en la crítica, y el examen sereno
de los acontecimientos históricos, en el estudio y aclaración de las causas y
motivos que concurren tanto a los triunfos como a las derrotas. Eliminar
autoritariamente la crítica, prohibir el examen para dejar a salvo la
responsabilidad de la dirección, para que no padezca el prestigio de las cimas
directoras, sólo conduce a cegar las fuentes del [7] conocimiento para hacer
inevitables los desastres. Es dar una puñalada por la espalda al marxismo y a
la revolución. Esta y no otra es la verdadera línea política de la burocracia
directora.
LA INTERNACIONAL DESDE 1923
Camarada, tú sabes bien que desde 1923 han ocurrido en el mundo
acontecimientos de importancia decisiva a los cuales ha ido íntimamente unida
la suerte del proletariado internacional. Parto de 1923 porque es el año en que
se inicia en la Internacional Comunista un cambio radical que coloca el
porvenir de espaldas a las lecciones del Octubre ruso de 1917. En 1923, ante
una situación francamente revolucionaria, capitula sin lucha la dirección del
Partido Comunista Alemán. En 1924 tiene lugar la desdichada aventura putchista
de Bulgaria. En 1925, el golpe de Estado de Estonia. En 1926, la huelga general
inglesa, ahogada en la salsa reaccionaria del Comité anglorruso. En 1927, la
hecatombe de la revolución china, sacrificada al amasijo menchevique con el kuomintang.
En 1928, los acontecimientos revolucionarios de Viena. En 1930, la caída de la
primera dictadura en España. En 1931, la caída de la monarquía española.
De todos estos grandes acontecimientos, el proletariado salió vencido, ya
actuara, ya se inhibiera; los partidos comunistas, deshechos; la Internacional
desacreditada, y la contrarrevolución, triunfante. ¿Es posible tomar en serio
después de esto la «infalibilidad» de la «línea política» de la Internacional?
¿Conoces tú acaso, camarada, militante oficial de la Internacional, la forma en
que actuó la dirección oficial en todos estos descalabros? ¿Sabes qué
estrategia y qué táctica empleó? ¿Te has enterado en qué sentido se orientaba
la dirección oficial entre desastre y desastre? Seguramente que no.
Nadie te habrá explicado todo esto ni lo habrás leído en ninguna parte. Y,
sin embargo, el conocimiento de todos estos pormenores es esencial a la
formación de todo verdadero comunista. Tú sólo sabes que «existe» una tal
«línea política oficial» imperturbable, siempre inatacable, [8] siempre
indiscutible y siempre sagrada, ocurra lo que ocurra en este bajo mundo. Que la
simple duda atrae el anatema, la maldición y la excomunión sobre la cabeza del
infeliz mortal que tenga la osadía de reclamar pruebas acerca de la
autenticidad y validez del fetiche. La eficacia de la «línea política», por lo
visto, es como la hermosura de Dulcinea: hay que afirmarla aunque con los ojos
se vea lo contrario. Todo es cuestión de la clásica fe del carbonero.
LO QUE SIGNIFICA LA OPOSICIÓN
Pues bien, camarada; si para la Oposición Comunista de Izquierda se hallan
cerradas a cal y canto las puertas oficiales de la Internacional es por la
sencilla razón de que los oposicionistas no participamos de la fe del
carbonero, ni de la manga ancha de los apologistas retribuidos. La O. C. de I.
también posee su línea política, y por cierto bien contrastada y bien probada
en la piedra de toque de los acontecimientos mundiales. Como que es la línea
política que hizo posible el primer triunfo decisivo del proletariado en el
antiguo imperio de los zares. Línea política enriquecida por toda la
experiencia posterior. Marxismo de pura ley, sin trampa ni cartón. La honrada
comparación, a la luz de la crítica de los hechos, de las dos líneas políticas,
la oficial y la de la Oposición, sería el mejor curso de política comunista y
ahuyentaría la confusión sembrada por los que están interesados en que la
charca no se aclare...
Y ahora escucha esta triste verdad de gran tamaño, camarada: la suerte de la revolución proletaria
internacional va íntimamente unida a la suerte de la Oposición Comunista de
Izquierda. Cuando se atropella a la O. C. de I., la revolución se viste de
luto. Los 8.000 bolcheviques que en los presidios y el
destierro siberiano agonizan bajo la brutal y reaccionaria imposición de Stalin
constituyen el testimonio viviente de la hecatombe de la revolución proletaria
en el mundo. Se trata de la destrucción de los compañeros de armas de Lenin que
purgan como un horrible delito su fervorosa adhesión al marxismo y a la [9] revolución
proletaria. El destierro y el alejamiento forzado de Trotsky de la dirección de
la política revolucionaria equivale al mayor paso que haya dado la
contrarrevolución en el mundo desde el triunfo de Octubre, es la consecuencia
de un verdadero golpe de Estado contrarrevolucionario.
No os regocijéis, compañeros sinceros pero mal aconsejados, cuando la
burocracia impide el acceso de la Oposición al Partido, pues inconscientemente
participáis de la alegría de los enemigos del proletariado. Quizá también la
conducta de vuestros «jefes» tiene mucho de inconsciente, aunque haya por medio
un sueldo, una «personalidad» y un «prestigio». En la Internacional hay muchos
que defienden lo que no creen para no perder el «destino».
Trotskistak Siberiako deserrian (1928) |
En todos los acontecimientos importantes acaecidos en el mundo, y de los
cuales ha estado pendiente el porvenir y la suerte de la revolución proletaria,
la Oposición de Izquierda jamás dejó de decir su palabra. Con una insuperable
intuición supo siempre anticiparse a los hechos, comprender el desarrollo
interno de las fuerzas sociales, el proceso dialéctico de los antagonismos,
tanto en los períodos de relativo equilibrio como en las derivaciones de los
cambios bruscos. Prever y señalar la política adecuada a cada momento
histórico, tal ha sido siempre la virtud específica de la Oposición de
Izquierda. Ni una sola vez la realidad ha podido desmentir la justeza de los
pronósticos y de los juicios de la Oposición. Pero, por desgracia para el
proletariado, los movimientos revolucionarios se encauzaron sistemáticamente en
el sentido de la catástrofe inevitable. ¿Por qué?
LA REVISIÓN DEL MARXISMO
A partir de la desaparición de Lenin, y debido a una serie de
circunstancias desfavorables al curso ascensivo de la revolución, se inicia en
el Partido Comunista ruso un verdadero proceso de revisión de la teoría, de la
táctica, del método y de la organización del partido revolucionario del
proletariado. Una fracción del partido [10] –integrada precisamente por los
elementos contra los cuales Lenin tuvo que imponer sus tesis de Abril de
1917 y cuya actitud oportunista y cobarde en el momento de la insurrección «no
había sido casual»– logró trepar a la dirección.
Esta fracción imprimió a la política del partido ruso una orientación
bastarda y en contradicción con las concepciones fundamentales de la dialéctica
marxista y de los puntos de vista que condujeron al triunfo de octubre. De la
necesidad de criticar la falsa política de la nueva dirección surgió la
fracción de izquierda, en torno a la cual se agruparon los mejores combatientes
de la revolución, los que por su clarividencia, su desinterés, su abnegación y
su profundo conocimiento de la dinámica revolucionaria y del carácter
internacional de los antagonismos sociales, eran los legítimos caudillos del
proletariado triunfante. El programa, la táctica y las concepciones de la
fracción de izquierda eran las del bolchevismo auténtico, desplazado de la
dirección por el grupo centrista. La nueva dirección, oportunista, burocrática
y sin principios no hubiera podido mantenerse mucho tiempo de no ser por los
procedimientos extralegales introducidos en el Partido.
A pretexto de disciplina y de «orden» se suprimió el derecho de crítica y
de libre emisión del pensamiento revolucionario en las filas del Partido, todo
para impedir a la fracción íntegramente marxista la exposición de sus puntos de
vista. Se seleccionó el personal de los puestos del aparato, tanto del Partido
como del Estado, según un criterio artificial y arbitrario, teniendo en cuenta
no los méritos, revolucionarios de los militantes, sino el grado de sumisión y
obediencia al interés del nuevo grupo dirigente. Todos los organismos del
Estado soviético y del Partido –la prensa, la radio, el cinema, el teatro, las
escuelas, las universidades, las editoriales, la Policía, los tribunales,
&c., &c.– se convirtieron en poderosos instrumentos de falsificación,
de calumnia y de coacción contra el ala izquierda del Partido y al servicio
exclusivo de la burocracia dirigente. Al mismo tiempo se suprimió la democracia
interna en el Partido y se instauró la dictadura de la dirección sobre la base.
[11]
La fracción izquierdista, los militantes forjadores del triunfo de la revolución
tuvieron que recurrir a procedimientos «clandestinos», para hacer la propaganda
de su plataforma política. La represión más inicua y canalla se desencadenó
contra la falange de magníficos revolucionarios que ponían por encima de todo
el interés supremo de la revolución. Expulsados del Partido, perseguidos,
acosados, deportados, desterrados y asesinados, pasaron a ser oposición. Tal es
el origen de la Oposición Internacional de Izquierda.
CÓMO SE HA COMBATIDO Y COMBATE A LA OPOSICIÓN
Con las demás secciones de la Internacional se obró de la misma manera. El
Partido Comunista ruso, debido a su superioridad y a sus condiciones
especiales, siempre ha ejercido la hegemonía directora de la Internacional.
Este fenómeno es, desde luego, natural y hasta necesario. Pero a partir del
cambio de dirección, la fracción centrista y burocrática del Partido ruso
empleó todos sus enormes recursos en corromper y mediatizar las secciones de la
Internacional, sometiéndolas a los intereses particulares del grupo dirigente.
Los militantes perdieron la facultad de nombrar los Comités superiores. La
ayuda económica de la revolución rusa se convirtió, en manos de la burocracia,
en un elemento de corrupción y de soborno para sujetar los Comités de las
secciones e imponer a los partidos como única política la voluntad usurpadora
de la burocracia soviética.
Desde hace años las direcciones oficiales de los partidos comunistas no son
otra cosa que encubridores pagados de los desastres a que ha conducido la
revolución el grupo burocrático y de las infamias realizadas contra la
Oposición de Izquierda. Pero, con todo esto, la Oposición ni calló ni callará.
En esta partida está en juego el porvenir de la revolución. Fiel a su misión de
alumbrar la ruta de la revolución proletaria, la Oposición de Izquierda expresó
su punto de vista con anticipación a los hechos, tanto en lo que respecta a los
asuntos interiores [12] del Estado soviético como en lo que afecta a las
cuestiones internacionales. La revisión oficial, siempre torpe y con retraso,
no tuvo otra preocupación que la de no coincidir con el criterio de la
Oposición.
Había que poner de manifiesto la diferencia de las dos líneas políticas.
Coincidir hubiera supuesto para la dirección oficial un «desprestigio». Mas
como la Oposición, mejor armada en cuanto a conocimiento y perspicacia, marcaba
siempre la orientación justa, resultaba que la dirección oficial, al rehuir la
línea política de la Oposición, daba de bruces en el fracaso y el desastre. Los
acontecimientos daban siempre la razón a la Oposición. La impotente rabia de la
dirección oficial se desahogaba desencadenando la represión contra los
oposicionistas. Con ello la revolución y el proletariado pagaban el pato. El
odio feroz de la burocracia dirigente hacia la Oposición de Izquierda no es
otra cosa que pánico insuperable.
La Oposición de Izquierda es el juez implacable que ha de condenar los
horrendos crímenes de la burocracia staliniana contra el proletariado. La
Oposición de Izquierda demostrará a la faz del mundo el infame contenido
contrarrevolucionario de toda la política «antitrotskista» de la burocracia que
tiene por jefe a Stalin. Su política honradamente revolucionaria, su crítica
valerosa y sin ejemplo le ha costado a la Oposición de Izquierda, a la
verdadera dirección de la revolución proletaria mundial, torturas y
sufrimientos sin nombre. Por mucha que sea la ferocidad de Stalin y el
servilismo de sus criados para tratar de evitar lo inevitable, el veredicto de
condenación lo pronunciará implacable el proletariado.
CRISIS CAPITALISTA Y POSTRACIÓN COMUNISTA
No te extrañe, camarada, la postración, el desaliento y el caos que reinan
en el seno del proletariado. Dices tú que no te explicas cómo estando el
capitalismo en plena agonía en todo el mundo la contrarrevolución triunfa y los
partidos comunistas decaen y languidecen. Verdad es [13] que el fenómeno
resulta desconcertante al «sano sentido común». Pero es que el «sentido común»
de un proletario consciente no es igual al sentido común de la generalidad de
los mortales. La lógica formal, el simple razonamiento, aun kantiano, se
estrella forzosamente al enfrentarse con los hechos históricos, preñados de
contradicciones y antítesis. La lógica de un comunista ha de basarse, no en la
«razón humana», sino en la dialéctica revolucionaria. Y para manejar un poco la
dialéctica hay que conocer los hechos y el sentido en que se mueven.
A la altura en que nos encontramos, todo comunista que tenga en la cabeza
algo más que cuatro frases hechas y media docena de lugares comunes vacíos,
debe recapacitar seriamente y hacer el siguiente soliloquio: «Desde hace una
partida de años la revolución no ha sufrido más que derrotas en todo el mundo.
En Alemania, en Estonia, en Finlandia, en Bulgaria, en Inglaterra, en China, en
Austria, en España. De la mayor parte de estos países no tengo idea de que haya
quedado algo que se parezca a un partido comunista. En Francia sé que el
Partido se ve reducido a la última expresión. Jamás oí hablar del Partido
Comunista de los Estados Unidos. En Inglaterra se ha hundido por completo el
reformismo. Lo más natural es que el Partido Comunista inglés hubiera
arrastrado a los trabajadores. Pero no; son los conservadores quienes han
ganado la partida. En Alemania se desmoronan todos los partidos burgueses, pero
está a dos dedos del Poder el fascismo, que aniquilará por completo las
organizaciones proletarias.
Verdad es que el capitalismo está en franca descomposición. Este fenómeno
debiera coincidir con un desarrollo y armamento invencible de los partidos de
la revolución. Pero precisamente es lo contrario lo que ocurre. Sin embargo, de
creer a nuestros jefes, en los partidos comunistas todo marcha como sobre
ruedas. El capitalismo se hunde, los obreros se radicalizan, la revolución
avanza, el Partido crece sin cesar y las masas siguen al Partido. Por otra
parte, la dirección es infalible; nadie pone peros a la línea política. Los
elementos dudosos fueron excluidos. Parece, pues, que no puede haber
equivocaciones. Verdad es que existe la Oposición trotskista. Pero ésta [14]
está fuera del Partido por contrarrevolucionaria, y además parece que son pocos. Claro que la
cantidad no es el todo; lo principal es estar en lo cierto. Reconozco que en
muchas cosas la Oposición tiene razón. Ya no hay discusiones, ni polémicas de
fracción, ni siquiera Congresos. ¿Será que todos pensamos ya igual o será que
no pensamos ninguno? Se reciben órdenes y circulares de arriba y eso basta.
Todo se aprueba por unanimidad, mejor dicho, todo lo hacen «arriba».
Antes, en vida de Lenin, había libertad de crítica y se discutía al propio
jefe de la revolución. Los comités y delegaciones se nombraban por voluntad de
los militantes. Ahora los dirigentes reciben órdenes de Moscú y las imponen al
Partido. Esta moda la ha debido de traer Stalin. Yo no sé de nadie que haya
discutido a Stalin. ¿Será infalible como el Papa?
La verdad es que Stalin debe ser algo asombroso. El ha descubierto que
Trotsky ha sido siempre un contrarrevolucionario disfrazado. Lo que parece
mentira es que Lenin no hubiera caído en la cuenta, tan intransigente como era
con toda desviación. Muy vivo tenía que ser Trotsky para engañar al propio
Lenin y a todos los revolucionarios. Porque la verdad es que no había un solo
comunista que no fuera un ferviente adorador de Trotsky.
LA MODA ANTITROTSKISTA
Ahora todos somos antitrotskistas; es una obligación impuesta en el
Partido. La dirección no se preocupa siquiera de si sabemos leer; lo único que
le interesa es que los militantes sean antitrotskistas. Yo no sé lo que es el
trotskismo y creo que como a mí les pasa a casi todos. Yo siempre he creído que
Lenin y Trotsky eran los dos mejores revolucionarios... Francamente, no sé por
qué con el partido no se juega limpio. Por lo menos, cuando uno es una cosa
debiera saber por qué lo es.
Nos dicen que para estar en la línea hay que ser antitrostskista, que es la
única manera de seguir una política justa. Sí; también el año pasado la línea
política era la justa y en nombre de ella se combatieron las críticas de [15]
los trotskistas y se les trató de contrarrevolucionarios. Bullejos combatió un
folleto de Trotsky con un artículo que titulaba: «El decálogo de un
menchevique». Bullejos había prometido una serie de artículos para refutar a
Trotsky, pero no pasó del primero.
Luego vino la circular del Ejecutivo diciendo que había que cambiar por
completo la línea política; que todo lo anterior era completamente falso. Y
hubo que empezar a hablar en el sentido propugnado en el folleto de Trotsky y
de las críticas de la Oposición. ¿Y por qué no se rehabilita a los que estaban
en lo cierto? Y, sobre todo, ¿por qué no se cuenta con los militantes para
hacer las cosas? ¿Tendrá razón la Oposición trotskista? Porque ya va picando en
historia eso de ir tan bien las cosas y no contemplar más que calamidades sin
que tenga uno derecho a que le descifren tan enrevesado enigma. Será cosa de
enterarse bien de cuál es el pensamiento de la Oposición. Y, sobre todo, que es
estúpido combatir una cosa que se desconoce, sólo porque se lo ordenen a uno.
Sí, camarada, conviene que todos los comunistas recapaciten seriamente y
traten de conocer las cosas. Muchas veces, por ignorancia, hace uno lo
contrario de lo que sería su deseo. Cuando se desconocen las cosas puede uno
incluso perseguir y calumniar a su mejor amigo; depende de la intención y del
interés de la mano que le guíe. Es necesario no confiar excesivamente en los
dirigentes, sobre todo cuando sólo piden obediencia...
¡Ah!, y no tomes mucho a pecho el olvido en que a los oposicionistas nos
tiene el Comité Ejecutivo del Partido. Ellos, los pobres, no pueden hacer otra
cosa porque entonces dejarían de ser lo que son, perderían la colocación. Los
miembros del C. E. no hacen más que obrar al dictado, no se pertenecen, no
están en posesión de su «libre albedrío». Son los militantes de base los que
han de imponerse.
Saludos fraternales.
Esteban Bilbao.
Marzo de 1932.