“
|
los socialistas españoles jamás han
dicho no al régimen capitalista.
Nunca han sentido la revolución, ni han deseado el socialismo.
“
|
la hegemonía política pasa a la
burguesía española, constituyéndose en
bloque burgués-agrario, que utiliza la herencia recibida de la Monarquía con el
propósito de paralizar la acción revolucionaria de los obreros y de los
campesinos, que se entregaron alegres a la revolución popular. No se daban
cuenta de que, aun cuando el régimen político había cambiado de nombre, su
contenido de clase seguía siendo el mismo con ligeras modificaciones. La
burguesía había conquistado el poder, convirtiéndose en una clase conservadora,
y la revolución se transformó en una contrarrevolución para los trabajadores.
Donostia, Gipuzkoa; 1930eko hamarkadako hasieran. |
LA
CRISIS DEL PARTIDO SOCIALISTA ESPAÑOL
(Jose Luis Arenillas Oxinaga*
en ‘Comunismo’, revista trotskista)
E
|
l estado monárquico
español se basaba en la hegemonía de los grandes terratenientes (castellanos,
andaluces, extremeños y gallegos), de la nobleza y de la iglesia, castas
feudales que remolcaban a la débil y cobarde burguesía española. La burguesía
española, al iniciar su desarrollo como clase independiente, se encontró en una
disyuntiva un tanto embarazosa. Por un lado tropezaba con las supervivencias
feudales, con los latifundistas, con la nobleza y el clero, con un militarismo
hipertrofiado, con unos señoritos despreocupados, con un cuerpo de funcionarios
excesivo, secuelas de los desastres coloniales, que constituían un peso muerto
para el estado.
Por
otro lado tenía al proletariado revolucionario, que suponía una amenaza
constante suspendida sobre su cabeza. Colocada entre estos dos extremos, la
burguesía se inclinaba dócilmente del lado de las fuerzas reaccionarias, temerosa
de perder más de lo que había de ganar, ante la posible rebelión de la clase
obrera. Pero al manifestarse toda la crisis de la economía “nacional”, que se
inició en 1929 con caracteres alarmantes, bajo el empuje irresistible de los
obreros y de la pequeña burguesía del campo y de la ciudad, la burguesía
sacrificó a la Monarquía y contrajo la responsabilidad de gobernar buscando
entre la clase media y entre los dirigentes socialistas aliados con quienes
compartir el poder.
En
abril de 1931, la correlación de fuerzas se modificó en sentido favorable a la
burguesía. En un momento en que la burguesía de todos los países navegaba a la
deriva hacia el abismo, la hegemonía política pasa a la burguesía
española, constituyéndose en bloque
burgués-agrario, que utiliza la herencia recibida de la Monarquía con el
propósito de paralizar la acción revolucionaria de los obreros y de los
campesinos, que se entregaron alegres a la revolución popular. No se daban
cuenta de que, aun cuando el régimen político había cambiado de nombre, su
contenido de clase seguía siendo el mismo con ligeras modificaciones. La
burguesía había conquistado el poder, convirtiéndose en una clase conservadora,
y la revolución se transformó en una contrarrevolución para los trabajadores.
En
abril de 1931 los socialistas tenían en sus manos la situación del país. De
habérselo propuesto, hubiéramos asistido a una verdadera revolución. Si se
contaba con la preponderancia y la voluntad de las masas explotadas y con el
pánico de las antiguas clases dirigentes, ¿por qué el partido socialista no ha
sabido consolidar una revolución que se hacía sólo y casi a su peasr? Por que
para efectuar una revolución se precisan revolucionarios. Y al decir
revolucionarios no pensamos en las etiquetas que marcan las diferentas
corrientes del movimiento obrero. Un régimen nuevo no puede consolidarse y defenderse
si no tiene en su dirección hombres se hacía insoportable el antiguo régimen, y
que viven con toda la inteligencia tendida hacia el porvenir. Revolucionario es
aquel que en su propia conciencia ha dicho no
a la sociedad actual, cuyas injusticias le atormentan y cuya atmósfera se le
hace irrespirable. Que ese no sea
dicho en las barricadas o que inspire una acción gubernamental, solo depende de
las circunstancias. Se es revolucionario en la medida que esa negativa encarna
en la pasión de las clases y de los jefes, y en la medida que dirigen su línea
de conducta. Y los socialistas españoles jamás han dicho no al régimen capitalista. Nunca han sentido la revolución, ni han
deseado el socialismo. Todas sus actividades políticas se redujeron a la acción
parlamentaria y sindical, haciendo creer a las masas que su suerte se decidiría
en el parlamento.
[...]
Si
son marxistas, deben admitir que si las condiciones de existencia dominan al
hombre y determinan por su manera de vivir su modo de pensar, un ministro
socialista, en un gobierno burgués, es antimarxista por función de su cargo, ya
que su voluntad está también determinada por las condiciones sociales que le
rodean. Al encomendarle la burguesía las gestiones de sus asuntos y la administración
de su dominación de clase, los ministros sedicentes obreros se ven obligados a
repudiar la teoría marxista, que es el álgebra de la emancipación del
proletariado. Es innegable que los ex ministros y los ex altos funcionarios
socialistas han puesto su talento al servicio de la clase burguesa, actuando de
válvula de seguridad que daba salida al descontento de las masas y garantizaba
la estabilidad del capitalismo y su dominación de clase. Y si se les ofreciera
otra oportunidad de colaborar, no repararían en cometer nuevamente las mismas
torpezas y los mismos errores que encaminan al proletariado español a su
derrota. ¿A qué obedecen estas últimas maniobras parlamentarias, esos discursos
encendidos de fervor republicano y patriotero, sino a un deseo incontenible de
ocupar los cargos que la burguesía les hizo abandonar? ¿A qué ese afán de
lograr la unidad de los republicanos, cuando debieran dedicar todas sus
energías y todas sus actividades a conseguir la unión de la clase obrera y la
incorporación de la pequeña burguesía a la causa de la revolución social? La
revolución no debe engañarnos nuevamente. Conviene reconocer a tiempo que hay
hombres e ideas que estorban a la marcha de la revolución, que nunca podrán
acomodarse a los nuevos métodos de lucha, y que, por consiguiente, en estos
momentos históricos de tanta transcendencia, es una obligación abandonarlos a
su propia suerte.
[...]
El
movimiento obrero no tiene otra salida que la REVOLUCIÓN. La clase obrera se ve
obligada a conquistar el estado para organizar la gestión colectiva de los
medios de producción.
La
existencia de un PARTIDO revolucionario,
que represente efectivamente los intereses generales y permanentes de la clase
obrera, sometido a un control constante de las masas laboriosas, es la
condición que asegura la acentuación de la conciencia de clase del
proletariado, la liquidación del reformismo y del sectarismo, la unidad de la
clase obrera y la emancipación del trabajo y de los trabajadores.
—Jose Luis
Arenillas Oxinaga (1934-VII-30). ‘Comunismo’,
37. zenbakia, 1934ko agorrila. ICE ( Izquierda Comunista de España).
Revista
COMUNISMO (1931-1934); Ed. Fontamara.
* ARENILLAS, JOSE LUIS (1904 -1938).— Médico de una cofradía de pescadores de
Bilbao. Miembro de la Izquierda Comunista desde 1932. Colaboró, además de en
“Comunismo”, en “La Batalla”, y escribió varios trabajos sobre la cuestión
nacional vasca. Organizó la primera columna de milicianos de Bilbao al estallar
la guerra civil. Jefe de sanidad del ejército de Euskadi, luego del ejército
del Norte. Encabeza la última resistencia armada en Santander. Cae prisionero
en agosto de 1937, en Santoña, y es ejecutado a garrote en Bilbao en marzo de 1938. [Según Ed. Fontamara,
1978]. J.L. Arenillas abandonó el trotskismo para ingresar en el centrista
POUM. Su hermano fue asesinado por elementos de la burocracia staliniana.
trotskistak.blogspot