«
|
Según las
concepciones de los socialistas y de los estalinistas, es decir, de los
mencheviques de la primera y segunda hornada, la revolución española no iba a
resolver más que tareas democráticas; ésta era la razón por la que era
necesario construir un frente único con la burguesía «democrática». Desde este
punto de vista, toda tentativa del proletariado de salir de los cauces de la
democracia burguesa, era, no sólo prematura, sino incluso funesta. Por otra
parte, lo que estaba al orden del día no era la revolución, sino la lucha
contra Franco. El fascismo es la reacción, no feudal, sino burguesa, y contra
esta reacción no se puede luchar con éxito más que con los métodos de la
revolución proletaria, y esta tesis es algo que el menchevismo —ramificación de
la ideología burguesa— no quiere ni puede hacer suya.
El punto de vista bolchevique, expresado hoy día únicamente por la joven
sección de la IVª Internacional, procede de la teoría de la revolución
permanente, es decir, que incluso las tareas puramente democráticas, tales como
la liquidación de la propiedad semifeudal de la tierra, no pueden ser resueltas
sin la conquista del poder por el proletariado; esto, a su vez, pone a la orden
del día, la revolución socialista. Por lo demás, los obreros españoles, desde
los primeros pasos de la revolución, se asignaron en la práctica, no sólo
tareas democráticas, sino incluso puramente socialistas. Exigirles que no se
salieran de los límites de la democracia burguesa es, de hecho, no sólo no
hacer la revolución democrática, sino incluso renunciar a ella.
—Trotsky: Lección de España,
última advertencia (1937)