“Los
bolcheviques (...) están nutridos de pensamiento marxista. Son revolucionarios,
no evolucionistas. Y el pensamiento revolucionario niega que el tiempo sea
factor de progreso.”
“Lenin
y sus camaradas más destacados pueden ser arrastrados en el curso de las
tempestades que han desencadenado. No desaparecerán todos cuantos les sigen. Son
ya demasiado numerosos. Y el incendio revolucionario se propaga, prende
corazones y cerebros nuevos, los transforma en antorchas de luz nueva, de llamas
nuevas devoradoras de indolencias y fatigas. La revolución prosige hasta su
completa realización. Aún está lejano el tiempo en que será posible un reposo
relativo. Y la vida es siempre revolución.”
—Antonio Gramsci: Los maximalistas rusos (1917/7/28)
Guardia gorria Italian |
LOS
MAXIMALISTAS RUSOS
Antonio Gramsci
Esta traducción castellana tiene ciertas variaciones con respecto a la editada
en Revolución rusa y Unión Soviética,
de Colección r de Ediciones Torre,
1976 .
L
|
os maximalistas rusos son la misma revolución rusa.
Kerensky,
Tsereteli, Txernov son el estancamiento de la revolución, son los realizadores
del primer equilibrio social, la resultante de fuerzas en las que los moderados
tienen mucha importancia todavía. Los maximalistas son la continuidad de la
revolución, son el ritmo de la revolución: por eso son la revolución misma.
Ellos encarnan
la idea-límite del socialismo: quieren todo
el socialismo. Y tienen esta tarea: impedir que se llegue a un compromiso
definitivo entre el pasado milenario y la idea, es decir, seguir siendo el
símbolo viviente de la meta última a la que se debe tender; impedir que el
problema inmediato del qué hacer hoy se dilate hasta ocupar toda la conciencia
y se convierta en la única preocupación, en frenesí espasmódico que alza rejas
insuperables para ulteriores posibilidades de realización.
Este es el
mayor peligro de todas las revoluciones: el formarse una convicción de que un
momento determinado de la vida nueva sea definitivo y que hay que detenerse
para mirar hacia atrás, para consolidar lo hecho, para gozar finalmente del
éxito propio. Para descansar. Una crisis revolucionaria agota rápidamente a los
hombres. Cansa rápidamente. Y se comprende un estado de ánimo semejante. Rusia,
sin embargo, tuvo esta suerte: ha ignorado el jacobinismo. Por tanto, fue
posible la propaganda fulminante de todas las ideas, y a través de esta
propaganda se formaron numerosos grupos políticos, cada uno de los cuales es
más audaz y no quiere detenerse, cada uno de los cuales cree que el momento
definitivo que hay que alcanzar está más allá, está todavía lejano. Los
maximalistas, los extremistas, son el último anillo lógico de este devenir
revolucionario. Por ello se continúa en la lucha, se va adelante porque siempre
hay cuando menos un grupo que quiere ir adelante, que trabaja en la masa, que
suscita siempre nuevas energías proletarias y que organiza nuevas fuerzas
sociales que amenazan a los cansados, que los controlan, y que se demuestran
capaces de sustituirlos, de eliminarlos si no se renuevan, si no se enderezan
para seguir adelante. Así la revolución no se detiene, no cierra su ciclo.
Devora a sus hombres, sustituye a un grupo con otro más audaz y por esta
inestabilidad, por esta perfección nunca alcanzada, es verdadera y plena
revolución.
Antonio Gramsci |
Los
maximalistas en Rusia son los enemigos de los cobardes, el aguijón de los indolentes:
han derrumbado hasta ahora todos los intentos de contención del torrente
revolucionario, han impedido la formación de pantanos estancadores, de muertes
por desgaste. Por eso son odiados por las burguesías occidentales, por eso los
periódicos de Italia, Francia e Inglaterra los difaman, intentan
desacreditarlos, sofocarlos bajo un alud de calumnias. Las burguesías
occidentales esperaban que al enorme esfuerzo de pensamiento y de acción que
costó el nacimiento de la nueva vida siguiese una crisis de pereza mental, un
repliegue de la dinámica actividad de los revolucionarios que fuese el
principio de un asentamiento definitivo del nuevo estado de cosas.
Pero en Rusia
no hay jacobinos. El grupo de los socialistas moderados, que tuvo el poder en
sus manos, no destruyó, no intentó sofocar en sangre a los vanguardistas. Lenin
en la revolución socialista no ha tenido el destino de Babeuf. Ha podido
convertir su pensamiento en fuerza operante en la historia. Ha suscitado
energías que ya no morirán*. Él y sus compañeros bolcheviques están persuadidos
que es posible realizar el socialismo en cualquier momento. Están nutridos de
pensamiento marxista. Son revolucionarios, no evolucionistas. Y el pensamiento
revolucionario niega que el tiempo sea factor de progreso. Niega que todas las
experiencias intermedias entre la concepción del socialismo y su realización
deban tener una comprobación absoluta e integral en tiempo y espacio. Basta que
estas experiencias se den en el pensamiento para que sean superadas y se pueda
seguir adelante. En cambio, es necesario sacudir las conciencias y conquistarlas.
Y Lenin con sus compañeros ha sacudido las conciencias y las ha conquistado. Su
persuasión no se quedó sólo en la audacia del pensamiento: se encarnó en
individuos, en muchos individuos, resultó fructuosa en obras. Creó ese grupo
que es necesario para oponerse a los compromisos definitivos, a todo lo que
pudiese convertirse en definitivo. Y la revolución continúa [“Es la revolución
continua”, según versión de Ediciones Torre, 1976]. Toda la vida se ha hecho
verdaderamente revolucionaria; es una actividad siempre actual, es un continuo
cambio. Nuevas energías son suscitadas, nuevas ideas-fuerza propagadas. De esta
manera, los hombres, todos los hombres, son finalmente los artífices de su
destino. Ahora ya hay un fermento que compone y recompone los agregados
sociales sin reposo, y que impide que la vida se adapte al éxito momentáneo.
Lenin y sus camaradas
más destacados pueden ser arrollados en el desencadenamiento de los huracanes
que ellos mismos suscitaron, pero no desaparecerán todos sus seguidores, ya son
demasiado numerosos. El incendio revolucionario se propaga, prende corazones y
cerebros nuevos, hace brasas ardientes de luz nueva, de nuevas llamas,
devoradoras de indolencias y fatigas. La revolución prosigue hasta su completa
realización. Todavía está lejano el tiempo en que será posible un reposo relativo.
Y la vida es siempre revolución.
Antonio Gramsci
[publicado en Il Grido del Popolo, 28 de julio de 1917]
(*) “Ha
suscitado más energías de las que morían” según Revolución rusa y Unión Soviética, traducción de ‘Colección r’ de
Ediciones Torre, 1976 .
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