TROTSKISMO vs. ANARQUISMO
Pancarta trotskista en Berlin, Alemania |
NUESTRA REVOLUCIÓN Y
EL PELIGRO
ANARCOSINDICALISTA (por Esteban Bilbao)
[...] La burguesía,
cuando advino al poder como clase revolucionaria, creyó sinceramente que hacía
una revolución de emancipación total del hombre. Los postulados ideales los
formuló en la seguridad de haber descubierto la fórmula de liberación del
hombre de todo yugo. Ni con mucho podía suponer que sus ideas se limitaban a
exponer las necesidades e intereses de una clase social que tenía su fundamento
en las condiciones económicas, de las cuales aquéllas —las ideas— no eran otra
cosa que la interpretación mental. La burguesía creyó de buena fe que con su
revolución terminaba el período tiránico de la existencia humana, y que sus
intereses, codificados e idealizados en un mente metafísico —el hombre—,
inauguraba el reino de la igualdad, de la felicidad y de la justicia en la
tierra. La
burguesía no podía saber esta verdad, tan sencilla en apariencia, pero que ha tardado tantos siglos en madurar: El hombre aislado no existe. Todo ser humano pertenece a una clase social que se determina por las condiciones materiales de su existencia. El fondo de la historia lo constituye la lucha de las diversas clases en virtud de los antagonismos de intereses. La clase que predomina impone su interés a las demás en forma tal que dicho interés se convierte en el fundamento de la civilización por todo un período de la historia. Durante tal período, el derecho, la justicia, la moral, la religión, el arte, es decir, todos los elementos de la superestructura social, no hacen más que dar expresión al interés material de la clase dominante. Por tanto, toda concepción, toda filosofía, toda “ciencia” social que arranque de la consideración del hombre en sí, resulta completamente falsa; es puro misticismo y, en definitiva, sólo aprovecha a la clase dominante.
burguesía no podía saber esta verdad, tan sencilla en apariencia, pero que ha tardado tantos siglos en madurar: El hombre aislado no existe. Todo ser humano pertenece a una clase social que se determina por las condiciones materiales de su existencia. El fondo de la historia lo constituye la lucha de las diversas clases en virtud de los antagonismos de intereses. La clase que predomina impone su interés a las demás en forma tal que dicho interés se convierte en el fundamento de la civilización por todo un período de la historia. Durante tal período, el derecho, la justicia, la moral, la religión, el arte, es decir, todos los elementos de la superestructura social, no hacen más que dar expresión al interés material de la clase dominante. Por tanto, toda concepción, toda filosofía, toda “ciencia” social que arranque de la consideración del hombre en sí, resulta completamente falsa; es puro misticismo y, en definitiva, sólo aprovecha a la clase dominante.
El anarquismo, al
ignorar las clases con sus luchas e intereses; al ignorar el fundamento de las
pugnas políticas; al ignorar las verdaderas fuerzas motrices de la historia y
sus contornos precisos, se halla fuera de la conciencia revolucionaria del
proletariado. El anarquismo, al enfrentarse con la realidad social, parte de un
concepto abstracto e individualista de la libertad; sólo ve al “hombre”
oprimido por una autoridad, pero
desconoce por completo las raíces sociales de esta opresión.
Para él, la autoridad estriba en una especie de “libre voluntad”, de dominio, voluntad que injustamente imponen las diferencias entre los “hombres”. Por tanto, la lucha emancipadora del “hombre” consiste en abatir la autoridad para que, a renglón seguido, reine la libertad humana. Para el anarquismo, la voluntad, el querer, no es un fenómeno determinado y supeditado a ciertas condiciones dimanantes de todo un complejo histórico-social, sino una especie de talismán supremo a cuyo conjuro se doblega y somete mansamente la complicada materia cósmica. Se trata, por lo visto, de la omnipotente voz del viejo Jehová. La “base filosófica” del anarquismo es en realidad el libre albedrío de las viejas religiones. Además, identifica voluntad y posibilidad, mejor dicho, la cuestión de posibilidad no reza, ya que para el anarquista no se trata del mundo material con sus leyes de inercia y movimiento inmanentes, sino de la influencia ideal de ciertos principios inmateriales.
Para él, la autoridad estriba en una especie de “libre voluntad”, de dominio, voluntad que injustamente imponen las diferencias entre los “hombres”. Por tanto, la lucha emancipadora del “hombre” consiste en abatir la autoridad para que, a renglón seguido, reine la libertad humana. Para el anarquismo, la voluntad, el querer, no es un fenómeno determinado y supeditado a ciertas condiciones dimanantes de todo un complejo histórico-social, sino una especie de talismán supremo a cuyo conjuro se doblega y somete mansamente la complicada materia cósmica. Se trata, por lo visto, de la omnipotente voz del viejo Jehová. La “base filosófica” del anarquismo es en realidad el libre albedrío de las viejas religiones. Además, identifica voluntad y posibilidad, mejor dicho, la cuestión de posibilidad no reza, ya que para el anarquista no se trata del mundo material con sus leyes de inercia y movimiento inmanentes, sino de la influencia ideal de ciertos principios inmateriales.
De lo expuesto se
deduce que la esencia del anarquismo nada tiene que ver con la doctrina de
clase, fundamento teórico del proletariado. El anarquismo arranca del
mismo conjunto de nociones abstractas que la filosofía burguesa, de los pretendidos principios humanos absolutos anteriores y superiores a toda objetividad concreta, a toda contingencia histórica, a toda materialidad social. Y esto, dígase lo que se quiera, no es sino pura ilusión metafísica, idealismo, religión. Se trata, en definitiva, del fantasma místico contra el cual viene luchando la ciencia en todos los órdenes de la naturaleza y que ha tocado en suerte al proletariado aniquilarlo en el terreno del conocimiento de la sociedad y de la historia. La gran fuerza, el poder insuperable de la revolución proletaria estriba en que el determinismo universal, que rige la vida en todos los órdenes, ha soldado en una poderosa unidad proletariado, comunismo y ciencia, que bajo el imperio de la necesidad caminan con ritmo arrollador a la conquista del universo. [...]
mismo conjunto de nociones abstractas que la filosofía burguesa, de los pretendidos principios humanos absolutos anteriores y superiores a toda objetividad concreta, a toda contingencia histórica, a toda materialidad social. Y esto, dígase lo que se quiera, no es sino pura ilusión metafísica, idealismo, religión. Se trata, en definitiva, del fantasma místico contra el cual viene luchando la ciencia en todos los órdenes de la naturaleza y que ha tocado en suerte al proletariado aniquilarlo en el terreno del conocimiento de la sociedad y de la historia. La gran fuerza, el poder insuperable de la revolución proletaria estriba en que el determinismo universal, que rige la vida en todos los órdenes, ha soldado en una poderosa unidad proletariado, comunismo y ciencia, que bajo el imperio de la necesidad caminan con ritmo arrollador a la conquista del universo. [...]
-Febrero de 1932-
—Esteban Bilbao*, Comunismo
nº9.
Órgano teórico de la Oposición Internacional Española. (publicación prohibida por la
República burguesa española en 1934)
Revista COMUNISMO
(1931-1934) La herencia del marxismo español (Ed.Fontamara,
1978)
Oposición Comunista
Española | Izquierda Comunista de España
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*ESTEBAN
BILBAO (m. 1954).
— Contable. Procedente de las Juventudes Socialistas, está entre los fundadores
del Partido Comunista en el País Vasco. Fue uno de los fundadores de la
Oposición Comunista de Izquierda, y uno de los dirigentes de la Izquierda
Comunista desde su fundación. Partidario de las posiciones de Trotsky, en 1935
se niega a unirse al POUM e
ingresa en el PS. Desde 1936 milita en la sección bolchevique-leninista
española. Milita en el trotskismo hasta 1947. Muere en Biarritz en 1954. [Ed.
Fontamara, 1978]